desde ginebra
Las perspectivas del comercio global
Los países en desarrollo deberían enfocar sus políticas en generar un incremento de la inversión.
Tras una serie de perturbaciones graves, tales como la pandemia del covid-19, los conflictos en Ucrania y las consiguientes crisis alimentaria y energética, el aumento de la inflación, el endurecimiento de la deuda, la emergencia climática, además de la confrontación entre Israel y la Franja de Gaza que han golpeado la economía mundial en 2024, en estas condiciones, es muy difícil prever un crecimiento de la producción mundial y más aún calcular las tasas de crecimiento económico.
Los países en desarrollo deberían enfocar sus políticas en generar un incremento de la inversión.
Sin embargo, en el 2024, a pesar de todas las perturbaciones antes mencionadas, la perspectiva para la economía global parece estar mejorando. Las principales economías están saliendo prácticamente ilesas del alza más acelerada de las tasas de interés que se han registrado en 40 años, sin las heridas habituales de las crisis financieras o del alto desempleo. Los países, según pronostican algunos expertos, rara vez logran dominar tasas de inflación pronunciadas sin desatar una recesión. Sin embargo, hoy es cada vez más factible un aterrizaje suave, por lo que no nos sorprende que los mercados financieros transiten por un estado de ánimo festivo.
El 2024 marcará el punto intermedio de lo que se suponía iba a ser una década transformadora para el desarrollo, de acuerdo con los buenos deseos de las Naciones Unidas, para cuando se eliminara la extrema pobreza, se erradicaran las enfermedades transmisibles y se redujeran prácticamente a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, a estas alturas lo que se ve en el horizonte, en cambio, es un pronóstico poco feliz, el desempeño más débil del crecimiento global de cualquier lustro desde 1990, con ingresos per cápita promedio en un trimestre, en todos los países en desarrollo, que van camino a ser más bajos a finales de 2024 que en el período previo a la pandemia del covid-19.
No obstante, todavía es posible cambiar el rumbo, conforme a algunos análisis, se sugiere que el desempeño de la mayoría de las economías en desarrollo en la segunda mitad de los años 2020 puede al menos no ser peor que en la década previa al covid.
Un tema en el cual los países en desarrollo deberían enfocar sus políticas en generar un auge de inversión muy beneficioso, que impulse el crecimiento de la productividad, alzas de los ingresos, una reducción de la pobreza, mayores ganancias y muchas otras cosas positivas, y por otro lado, a su vez, deberán evitar el tipo de políticas fiscales que muchas veces entorpecen el progreso económico y contribuyen a la inestabilidad.
Si cada economía en desarrollo que desplegó un auge de la inversión de esas características entre los años 2000 al 2010 y repitiera la proeza, las economías en desarrollo se acercarían a su potencial económico pleno. Y si todas las economías en desarrollo repitieran su mejor desempeño de mejorar la salud, la educación y la participación de la fuerza laboral, eso serviría para cerrar gran parte de la brecha restante.
Hasta ahora, los años 2020 han sido un período de promesas incumplidas, los gobiernos no han alcanzado los objetivos sin precedentes que prometieron cumplir para 2030, de poner fin a la pobreza y al hambre en todas partes, combatir las desigualdades en los países, para garantizar la protección duradera del planeta y sus recursos naturales. Es urgente que las economías en desarrollo recuperen el terreno perdido y redoblen sus esfuerzos para alcanzar las metas que se autoimpusieron.