CATALEJO
Los magnicidios solo empeoran la situación
El magnicidio es el asesinato de alguien importante por su cargo o poder. Con la absurda proliferación de armas de fuego en las manos de todo tipo de ciudadanos, los dirigentes políticos aumentan el riesgo de ser víctimas de un hecho de estos, pero cuando se analizan algunos de los ocurridos en las últimas décadas salta a la vista un hecho: no condujeron a los cambios supuestamente buscados y se convierten por ello en un ataque cuyo objetivo es simple y llanamente matar a alguien. Entre los ejemplos: Kennedy, Castillo Armas, el candidato Colosio (en México), Somoza en Paraguay, donde estaba refugiado. Todo empeoró o siguió igual, aunque años después haya habido cambios cuyo origen puede buscarse en las balas disparadas por los asesinos.
Matar a un presidente, planear hacerlo o fallar en el intento ocurre en todo tipo de países. Reagan recibió un tiro muy cercano al corazón, pero es más esperable en los países políticamente subdesarrollados. En América Latina, el último magnicidio presidencial fue el de Carlos Castillo Armas, el 26 de julio de 1957, en una conspiración interna burdamente explicada. Pasaron 64 años hasta el asesinato el miércoles pasado del presidente de Haití Jovenel Moïse, desconocido por los guatemaltecos, para quienes la historia política de ese atribulado país se reduce a las sangrientas y prolongadas dictaduras del derrocado Francois Duvalier, “Papa Doc”, y de su hijo Jean, “Baby Doc”, y a haber tenido un presidente exjesuita, Jean Aristide, también derrocado.
' El asesinato de Jovenel Moïse sumirá a Haití en una nueva era de violencia y profundizará la inestabilidad de ese atribulado país.
Mario Antonio Sandoval
Moïse se creó enemigos poderosos y algunas de sus actuaciones no siguieron las normas, pero ese es tema secundario. Su muerte solo deja una viuda luchando por su vida en un hospital de Miami y a tres niños huérfanos de padre. No llevará a nada, porque en un país con las largas condiciones de violencia, inestabilidad, dictaduras, presidencias efímeras y grupos de poder político y económico antidemocráticos no sorprenden los inestables precedentes a una nueva crisis de ingobernabilidad y de más problemas internacionales si Estados Unidos acepta la petición de intervenir. Haití ocupa el primer lugar en atraso del continente, pero con estos hechos no podrá salir por muchas décadas y solo aumentará la desesperada salida de ciudadanos en cayucos.
Es comprensible la petición de ayuda internacional para tratar de dilucidar cómo fue fraguado ese asesinato, y los países y las instituciones americanas deben buscar la forma de hacer algo más. De inmediato se manifestaron las condenas de la OEA, por ejemplo, pero pronto la realidad cotidiana continental y la poca importancia otorgada a Haití causarán el inevitable olvido. Una posible consecuencia de ese magnicidio es repetir ese tipo de crimen en los varios países donde el resultado de las elecciones y la situación actual de los gobiernos es un caldo de cultivo para acciones cuyo mayor riesgo es la impotencia de evitarlo, porque pueden venir del círculo interno.
Un numeroso grupo de mercenarios colombianos ya fue capturado, pero no se sabe de los autores intelectuales. Vi una foto del cadáver ensangrentado y llamó mi atención cómo estaba: boca arriba, con las piernas juntas y un pie cruzado sobre el otro. Da la idea de un asesinato y luego la manipulación del cuerpo. Muchas veces las actuaciones personalistas de los gobernantes rodeados de aduladores, cómplices y socios de hecho, pertenecientes al crimen organizado, provocan la errónea idea del fin del problema con la muerte de un mandatario. Los gobernantes deben meditar antes de involucrarse en la ilegalidad: les puede significar la vida. Las posibilidades aumentan en Centroamérica, donde el subdesarrollo político no tiene fin a causa de las prebendas y el pillaje.