CATALEJO

Los valores, esencia de lo político serio

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Hace algunos artículos, me referí a la imposibilidad de encontrar entre quienes practican la política, e incluso la politiquería, a miembros del sindicato de ángeles, porque no existe ni podría existir. Esto se puede aplicar a la totalidad de las actividades humanas, en especial la política, pero de ninguna manera significa ausencia de valores, normas, reglas y límites, por lo cual todo se vale. La totalidad de seres humanos de cualquier actividad tenemos algún área oscura, o al menos no agradable de ser conocida, y las religiones las califican de pecados e indican cómo borrarlos. En el campo civil no hay pecados y las fallas se castigan con multa, cárcel y a veces hasta con la pena de vida, aunque en los tiempos actuales las razones para merecerla son cada vez menos.

' A las religiones serias e históricas, no les agrada el uso y sobre todo el abuso de la mención a Dios como partidario político.

Mario Antonio Sandoval

Al llegar el avance histórico de la separación entre el Estado e Iglesia, se debe aceptar la diferente forma de castigo ante las faltas, errores, crímenes, pecados, etcétera. Ha desaparecido la ley del Talión, de larga permanencia a lo largo de la Historia humana, pero ello no significa ausencia de castigo o la prohibición de determinado tipo de derechos, los cuales por otra parte tampoco son dogmáticos, porque ninguno lo es y por ello marcan avances. La política tiene como base la búsqueda del beneficio para la generalidad, pero las diversas formas de pensar a causa de las ideologías, convierten a este logro en un asunto distinto, causante de la muerte de millones de seres humanos por miles de años. Hoy, básicamente se enfrentan el egoísmo y el beneficio del grupo.

En las últimas décadas, especialmente, ha renacido el empleo de la inspiración e inspiración divina. Antes era para las guerras entre países, culturas y razas diferentes y ahora se emplea para ideas políticas en sociedades laicas. En la democracia se ha tergiversado este concepto al regresar a pasos cada vez más grandes la constante y a veces hasta aburrida mención a Dios, en cada discurso, arenga y demás. Esa repetición, al ir perdiendo fuerza, afecta a la religión, sobre todo en el cristianismo, de la misma manera como la constante arenga a la libertad a secas, sin límite y sin pensar en sus consecuencias. No son frases como “que Dios me ayude”, o “quiero tener libertad”, por ser libre dentro de la ley, sino es una forma innoble de parecer piadoso y libertario.

En el aspecto humano, el respeto al prójimo es fundamental en la política. Pero acusar a un político —por ejemplo— de faltas juveniles cometidas hace muchos años, tiene un olor fuerte a desprestigio interesado. La vida privada de los seres humanos desaparece cuando se convierten en tales, pero es discutible alargarla en el tiempo. Algo muy distinto son las acusaciones de corrupción o crímenes, por ser inaceptables en el ejercicio de la política. Esto también se relaciona de manera directa con crímenes de guerra, asesinatos a causa de actividades ilícitas de efectos sociales y un largo etcétera, porque en la política el perdón de las leyes o de las iglesias vía la confesión, por ejemplo, no es aplicable aunque algunas circunstancias puedan explicarlos.

Estas consideraciones tienen relación directa con la realidad actual de la actividad política y electoral de Guatemala y de otros países. Quien encabeza un gobierno, pertenece a un Congreso o a un sistema de justicia, no puede tener un pasado de esa naturaleza, a veces con esqueletos en el clóset, literalmente hablando. Y esto debe ser regulado por las leyes electorales, sin relación alguna con la capacidad de oratoria ni de convencer a grandes cantidades de ciudadanos, en especial si sufren el problema de no conocer o de no tener la capacidad de ver las consecuencias, casi siempre muy lógicas, de la eliminación de libertades como la de ser electo. Son temas difíciles, porque van en contra de teorías imposibles y hasta inocentes, en algunos casos.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.