MIRADOR
Magísteres en tercerizar la responsabilidad
Solemos culpar a los políticos de los males sociales, a los maestros de la deficiencia educativa de los alumnos y, en general, a otros de nuestros desarreglos. La culpa siempre es de un tercero, con quien nos desquitamos. Necesitamos al “otro” para descargar la adrenalina de nuestros fracasos, de nuestro yo irresponsable, de nuestra esencia inactiva. Octavio Paz lo reflejó magistralmente: “Se inventó una cara. Detrás de ella vivió, murió y resucitó muchas veces…”.
' Nos hemos educado en reivindicar derechos, muchos artificialmente construidos, mientras soslayamos las responsabilidades inherentes a los mismos.
Pedro Trujillo
Escuchamos frecuentemente aquello de “en tal colegio los maestros no educan bien”, “como trabajadores debemos exigir nuestros derechos” o “los políticos tienen la culpa”, al mismo tiempo que desatendemos a nuestros hijos, nos importa poco como marche la empresa o votamos “con los pies”, sin exigir proyectos de largo plazo. Estamos “educados” en salir corriendo de la escena de un accidente, especialmente si atropellamos a alguien, y como sociedad somos expertos en tercerizar la responsabilidad ¡No nos engañemos!
Quizá sea consecuencia —o causa— de que la Constitución incluya 76 veces la palabra “derechos” y únicamente 7 “deberes”. Agreguemos que la palabra responsabilidad aparece en 16 ocasiones lo que representa —entre ambas— una relación del más del triple de los reclamos respecto de los cumplimientos ¡No es casualidad! Nos hemos educado, y hacemos lo propio con nuestra descendencia, en reivindicar derechos, muchos artificialmente construidos, mientras soslayamos las responsabilidades inherentes a los mismos o la construcción del modelo político-social que demandamos con pasión. Un porcentaje elevado de la población —entre el 60/70%— permanece en la economía informal, y elude el pago del impuesto sobre la renta (ISR) aunque su falta de contribución no es consecuente con la ausencia de demandas, más bien todo lo contrario. En otras palabras: reclamamos sin asumir la responsabilidad del correspondiente pago porque nos han educado en que hay cosas “gratis” a las que tenemos “derecho”, e ignoramos el costo del servicio. En las elecciones presidenciales —desde 1995— los candidatos fueron elegidos por no más del 32% de votantes del padrón electoral —algunos solamente por el 18%— lo que implica que, al menos, dos de cada tres electores, no los legitimaron y más del 40% —cerca del 60% en algunos casos— se abstuvieron de opinar y desentendieron el proceso en la segunda vuelta. Los narcopartidos llegan al poder porque son votados por ciudadanos que ejercen su derecho en este marco democrático legal que parece no gustarnos, pero que no cambiamos esperando que otros lo hagan. Entre la timidez, la exigencia, el miedo y la cobardía se puede formar un interesante cuadrilátero de ineficiencia y dejadez, del que no se sabe qué lado es más grande.
Es difícil cambiar una sociedad que no se avergüenza al mirarse al espejo ni asume la culpa que tiene en que nada cambie y todo siga igual, o empeore. Una sociedad que culpa a otros jamás podrá superar sus propias barreras porque, como en toda dependencia, hay que comenzar por reconocer el problema, lo que requiere compromiso e implicación en la búsqueda de la solución. Los políticos son votados por ciudadanos, y suelen ser reflejo de ellos; a los maestros no los podemos dejar solos porque la responsabilidad de educar es de los padres; las empresas no funcionan sin implicación del trabajador en el proyecto que representan; cuando se tiene un accidente hay que detenerse, ayudar y asumir la responsabilidad de nuestros actos; pagar el ISR debería ser requisito para acceder a cualquier servicio público. Sin embargo, hacemos oídos sordos y preferimos pedir irresponsablemente ¿A dónde pensamos llegar con esa actitud?, porque la verdad es que no conduce a ninguna parte.