LA BUENA NOTICIA

Mediar la trascendencia

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La profesión de fe cristiana hace referencia a tres acontecimientos en los que Jesús es protagonista después de su muerte en la cruz. Dos ya sucedieron. Cristo resucitó de entre los muertos y subió a los cielos. Otro está todavía en el futuro: Cristo vendrá en la majestad de su gloria para juzgar a vivos y muertos y llevar la historia del mundo a su plenitud en Dios. La resurrección y la ascensión de Jesucristo se complementan entre sí. En el Nuevo Testamento a veces se habla de ellos como acontecimientos simultáneos; y también se habla de ellos como acontecimientos separados. La liturgia católica celebra la resurrección y la ascensión separadamente. La resurrección pone el énfasis en el hecho de que quien vive después de muerto es el mismo que murió en la cruz. Hay continuidad de identidad entre el Hijo de Dios en existencia mortal y el Hijo de Dios que se mostró vivo después de haber sido sepultado. La ascensión pone el énfasis en el hecho de que el crucificado no volvió a esta vida sujeta al tiempo y al espacio, sino que vive en Dios y para Dios. Jesucristo en su humanidad participa desde su resurrección en la vida de Dios Padre; participa en la gloria y la eternidad de Dios. Mañana la iglesia católica celebra el acontecimiento de la ascensión.

' La ascensión de Jesús a Dios es el acontecimiento que establece la mediación.

Mario Alberto Molina

Este acontecimiento también tiene un significado que atañe a los creyentes. Si Jesucristo, el Hijo de Dios en su condición humana como la nuestra, participa ahora en la vida y gloria de Dios, eso significa que otros humanos, las personas creyentes en Cristo, unidas a él tienen la posibilidad de participar de la vida divina. Cristo con su ascensión ha abierto el camino al cielo para quienes creen en él y se unen a él. El horizonte mundano y limitado por el tiempo y el espacio ha sido traspasado. Si bien es posible para la razón humana intuir y captar la consistencia de una dimensión que trasciende el tiempo y el espacio, no tiene el hombre capacidad propia para situar su existencia en esa dimensión. Eso es posible solo como una elevación recibida desde allí. Pues bien, la ascensión de Cristo al cielo celebra que la oferta de ese don está vigente. Jesucristo, en virtud de su origen divino, elevó su propia humanidad al ámbito divino y abrió la posibilidad y ofreció esa gracia a quienes creen en él.

Pero esto debe sonar a discurso fantasioso y a elucubración bienintencionada para tantos contemporáneos nuestros, quizá incluso lectores de este artículo, que tienen por única realidad aquella ceñida por el horizonte del espacio y del tiempo. Realidad confiable sería solo esta observable sea por nuestros sentidos o por los aparatos inventados por nosotros capaces de observar dimensiones del espacio y el tiempo que escapan a nuestros sentidos, como hace actualmente el telescopio James Webb.

Hay versiones del cristianismo, incluso de impronta católica, que se mueven en el horizonte de la inmanencia. Consideran que Dios o el cielo como realidades trascendentes son distractores de evasión. Pero el evangelio mantendría su vigencia por su componente moral que daría a los cristianos la inspiración para su misión: contribuir a crear una sociedad más justa, incluyente y próspera. El reino de Dios se construiría en la tierra. Los cristianos laicos ciertamente tienen la misión de contribuir a ordenar las realidades de este mundo según la justicia de Dios. Sin embargo, la fe católica ha sostenido que la misión principal de Jesucristo y del evangelio es mediar para que las personas entiendan el sentido de su vida en relación con Dios y alcancen la vida plena con Él después de su muerte. La celebración de la ascensión es ocasión para recordar que Jesucristo ha establecido la mediación.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.