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Muerte de Pedro de Alvarado

Al preguntarle a Pedro de Alvarado qué le dolía después de su accidente, respondió: El alma.

Al visitar las ruinas de la Catedral de la Antigua Guatemala, los guías turísticos señalan al lado del altar el lugar donde fueron enterrados Pedro de Alvarado; su esposa, doña Beatriz de la Cueva, y el obispo Francisco Marroquín. Sin embargo, no existen ya los nichos, destruidos por los terremotos.

Alvarado murió por resbalarse un caballo que se lo llevó por delante.

La muerte de Pedro de Alvarado está relatada en un libro con ese título, que recoge las crónicas de Michoacán y al cronista Mota Padilla. Fue publicado por la Editorial José de Pineda Ibarra, Volumen 4, Biblioteca de Cultura Popular 20 de Octubre, 1963, 140 pp.

Seguidamente, un comentario del libro y entre paréntesis el número de página.

Inicia el libro a modo de introducción, con el título “Noticia sobre Alvarado”, en el que se recuerda cuando don Luis de Castilla, peguntándole qué le dolía: “el alma —contestó Alvarado—; llévenme a  do  confiese y la cure con la resina de la penitencia y la lave con la Sangre Preciosa de Nuestro Redentor”.   (sic)   (15)

La  muerte de Alvarado, según la Crónica de Michoacán, relata que antes de salir a campaña el Adelantado lo representó el gobernador Cristóbal de Oñate, diciéndole: “mucho me pesa dejar ir a Vuestra Señoría solo, porque se ha de ver en trabajos, estando los indígenas muy insolentados  y tan defendidos por los pantanos  y sierras ásperas en que están empeñados;  mejor sería esperar el socorro de México y todos juntos en tiempo más oportuno sujetaremos los indígenas rebeldes y sin riesgo les obligaremos a la paz”. (35)

Continúa el cronista que no respondió a esta instancia el Adelantado otra cosa, sino que estaba la suerte echada y que se encomendaba a Dios.  (35)

El accidente que provocó la muerte de Alvarado lo relata el mismo cronista así: “Iba el Adelantado con su gente subiendo a pie la  cuesta de la retaguardia, cuando uno de los soldados de a caballo, que se llamaba Baltasar de Montoya, hijo de Sevilla y amanuense escribano de don Pedro de Alvarado (quien después murió de edad de 105 años) como llevaba el caballo cansado, para hacerle subir la cuesta le dio con las espuelas, haciendo por adelantarse de tanta manera, que le hacía perder pie. El Adelantado le dijo: Sosegados, Montoya, que los indígenas nos han dejado. El cronista relata que Montoya, poseído de miedo, no obstante que se apeó del caballo, corría prisa, sin atender a lo que le mandaba el Adelantado y apuraba al caballo en tanto grado, que se le fueron a este los pies y rodando de un encuentro, se llevó por delante al Adelantado, quien como iba armado y ya era hombre pesado, no pudo huir del encuentro del caballo y fue tal el golpe que le dio en los pechos que se los hizo pedazos y le llevó rodando por la cuesta abajo hasta un arroyo, a donde estando caído, acudió toda la gente a su socorro y le hallaron sin sentido.  Diéronle agua con que volvió en sí y echaba sangre por la boca a borbotadas, diciendo:  Esto merece quien trae consigo tales hombres como Montoya”. (40-41)

Alvarado otorgó su testamento cerrado el 4 de julio de 1541.  Murió cristianamente ese mismo día. (44-45)

El libro contiene, además, el capítulo titulado “Muerte de Alvarado  según el cronista Mota Padilla”.  El capítulo siguiente se titula “Noticia de la muerte de Alvarado en Guatemala, según el cronista Antonio de Fuentes y Guzmán”.   Incluye un dibujo de la muerte de Alvarado del Códice Azteca.  (83-92)

ESCRITO POR:
José Molina Calderón
Economista. Consultor en gobierno corporativo de empresas familiares. Director externo en juntas directivas. Miembro de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala. Autor de libros de historia económica de Guatemala.