CATALEJO
Nadie ganó: perdió el sistema electoral
Los debates presidenciales cada vez reducen su importancia como fuentes de razón para votar por algún candidato, por la paulatina y constante disminución de la calidad de los participantes, así como la cortedad del tiempo para exponer. En el realizado el martes entre los candidatos Donald Trump y Joseph Biden, lo peor del deplorable resultado fue la ruptura total de las reglas por el republicano y sus insultos. Al responderle el demócrata, todo se convirtió en un barato reality show. El moderador no pudo mantener el control y ahora es criticado por su actuación y acusado de ser un demócrata registrado. En suma se convirtió en un intercambio de ataques. Solo quienes no votamos en esas elecciones podemos comentar en base a los hechos observados.
' Las reglas deben ser cambiadas porque el resultado es un descrédito internacional a quieren la presidencia más importante del mundo.
Mario Antonio Sandoval
Hubo un evidente pero lamentable perdedor: el sistema electoral estadounidense y, en general, el sistema democrático actual y sus capacidades para producir aspirantes aceptables. Ninguno estuvo a la altura y solo se puede discutir sobre quién fue el malo y quién el peor. A causa de la dificultad de entender la traducción en CNN, debido a la mala dicción de quien la realizó, más las constantes veces donde salía al aire un destemplado trío de voces, decidí fijarme más en el terrible factor inconsciente del lenguaje corporal. Cuando Trump, descontrolado en pocos minutos, interrumpió en 15 ocasiones, y Biden en dos, dejé de contar. Biden, con experiencia y mañas, puso trampas al contendiente, quien se cayó solo. Pero nada hubo de fondo.
Trump no quería dejar hablar al oponente, quien cuando era interrumpido sonreía burlonamente, con muestras de una estudiada incredulidad ante las acciones del mandatario. Cometió, además, el error de pelearse con el moderador, cuya pertenencia a Fox News hacía pensar en un favoritismo hacia él. Las manos y los señalamientos con los dedos como armas políticas también fueron mejor usadas por el demócrata, hábil en utilizar el recurso de ver a la cámara y así dar la impresión de hablar a los electores con voz pausada y callándose, con el fin de demostrar las interrupciones de Trump, quien luego se fue calmando y se movió menos cuando se dio cuenta de estar cayendo en la telaraña de su oponente. Era tarde para él, y para salvar el duelo.
La posición de Biden era la fácil: atacar, y lo hizo con dureza. Trump estaba obligado a defenderse, pues la ventaja de ser presidente es en realidad relativa. En los 90 minutos no se sacó claro nada nuevo. Ambos respondieron con el silencio acusaciones serias: papel del hijo del exvicepresidente en Ucrania. Amigos míos “trumpistas” señalaron al show como “decepcionante, circo de verborrea barata, chocante, causante de rechazo, porque la campaña está estimulando todo tipo de violencia”. Otro expresó: “bochornoso, desagradable, lamentable, rompedor de reglas, sin control, niño malcriado, indigno de la presidencia, “con la boca y el hígado como sus peores enemigos”. “Desaliento por cómo se comportaron”. Pero pese a ello no intuyo adhesiones suficientes al candidato opositor.
Algunos demócratas le sugieren a Biden no ir al segundo debate. Sería un error porque Trump sí lo hará, al poder todavía recuperar terreno y porque eso fue lo pactado. El debate entre los vicepresidentes provoca interés porque la única manera de llegar una mujer a la presidencia estadounidense es por la vía indirecta, y son amplias, por razón de edad, las posibilidades para ambos de no terminar los cuatro años. Quedó un sabor amargo al ver la similitud de este pleito callejero con los debates de las elecciones guatemaltecas, con excepción del primero, en 1982. Trump puede ganar gracias al sistema de votos electorales, cuya eliminación o reforma es urgente, a mi juicio. Biden ganó por los errores del otro, pero eso no es ganar, realmente, y puede causar espejismos.