CATALEJO
Navidad: hermoso y necesario oasis
La Navidad es la fiesta por excelencia en los países donde el Cristianismo es la religión predominante y también está presente en muchos donde la profunda revolución iniciada por un niñito judío nacido —según la tradición— en un viejo pesebre ha comenzado o se ha afianzado en casi todos los rincones del y mundo. Por este motivo, la Navidad no sólo se relaciona con los niños, sino hace despertar el infante escondido y muchas veces olvidado en los corazones de los adultos. Uno no puede evitar el regreso a la lejana infancia a través de los recuerdos, y con ella también quienes nos arrullaron, nos acuchucharon, nos consintieron. Entonces llega una suave melancolía y más de alguna lágrima silenciosa y seca, aunque muy sensible y de amarga dulzura.
Para este 24 de diciembre a las doce de la noche, se repetirá ese sentimiento. No importa si hay regalos materiales o si están ausentes a causa de imposibilidad de adquirirlos, porque los más importantes son aquellos no solo simples, sino gratuitos y además causantes de beneficio mutuo: los abrazos, los besos de cualquier clase, las visitas luego de algún tiempo de no hacerlas. A ellos se unen aquellos de costo muy pequeño, pero de gran valor: llevar tamales a la mesa del amigo necesitado. Navidad, vale la pena repetir, tiene la particularidad de permitirle a uno olvidar por un poco de tiempo las penas de la vida cotidiana, aunque en cierta manera despierten también los dolores producidos por la ausencia definitiva de quienes nos acompañaron en la vida y ya se fueron.
La Navidad es una fiesta familiar por excelencia, pero también íntima, personal, y por ello distinta en todos y cada uno de los hombres y las mujeres relacionados con el espíritu y los valores cristianos, aun cuando estos se olviden durante el resto del año a causa de los ajetreos, de las experiencias negativas de toda clase. Puede mencionarse además como consecuencia de la vida en el país donde uno ha nacido y vivido. Cuando la comunidad tiene razones para estar feliz, sus integrantes tendrán también motivos para estarlo. Este no es el caso de Guatemala el 2019, pero el sentimiento positivo de millones de guatemaltecos obviamente podrá contribuir al necesario cambio de rumbo. Ese es un tema distinto y por ello solo lo menciono de paso.
La edad es factor determinante para la celebración navideña. Sus diversas etapas hacen cambiar un concepto básico: por qué motivo llega la felicidad. Las sonrisas y alegrías siempre están presentes, pero sus motivaciones son distintas. Un niño goza porque recibió un juguete. Un viejo se alegra y llena su corazón por poder abrazar a sus hijos o sus nietos, sobre todo cuando vienen de lejos para la cena del tamal de tamales. Conforme pasan los años, la sonrisa navideña de quien ya ha vivido largo tiempo vuelve a parecerse a la de los niños. Es una segunda infancia de la sonrisa y la alegría. Aunque a muchas personas no les es fácil comprenderlo, lo harán cuando la vida los lleve a ese lugar, a donde se llega pronto. Esto se comprueba al haber llegado.
' La vieja casa familiar abrazará a todos. Son personas de buena voluntad, como pide la oración del pobre pesebre de Belén.
Mario Antonio Sandoval
Deseo felicidades y tranquila Navidad a quienes me hacen el honor de leer esta columna. Los invito a mantener las tradiciones de las navidades guatemaltecas, a celebrarlas de manera responsable, sobre todo en cuanto a los brindis. Yo tendré la infinita alegría de ver la mesa navideña rodeado de las personas a quienes amo y admiro, profunda y serenamente, con toda la fuerza de mi corazón. Mis amigos, pocos, han estado allí por lustros. La vida me dejó este año sin varios de ellos y eso me causó profundo dolor. Brindaré una oración por ellos. Aquí, la vieja casa, la antañona casa familiar abrazará a quienes lleguen, todas personas de buena voluntad, como pide la oración del viejo y pobre pesebre de Belén, ese donde cada año renace la esperanza en cada uno de nosotros.