CATALEJO

Para captar homilías con mentalidad laica

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El discurso, es decir la homilía, pronunciado ayer por el arzobispo Gonzalo de Villa y Vásquez en el momento de recibir su cargo, por supuesto tiene mensajes religiosos, por lo cual un alto porcentaje de personas lo analizan desde esa perspectiva. Pero también aumenta su valor cuando, como en este caso, se refieren a hechos de la vida cotidiana, pues entonces sobrepasan lo religioso para entrar en otros campos, como el filosófico y el puramente humano y social, y tienen validez no solamente para quienes profesan el catolicismo, sino también a quienes tienen otras formas de adoración a la divinidad en ese acto tan profundamente íntimo y personal. Es entonces cuando la religión se mezcla con la filosofía en la ética y la moral eclesiásticas.

' Me llama la atención por qué el Vaticano dejó pasar tanto tiempo sin un arzobispo metropolitano en Guatemala.

Mario Antonio Sandoval

Desde ese punto de vista, a mi juicio las mejores frases se refieren a qué no es la iglesia: no es un grupo activista de alguna ideología, ni una ONG para arreglar problemas, ni solo una elección de tradiciones venerables o fuente de prestigio. Haber hablado en esa forma tan directa no me sorprende, porque es resultado de la capacidad personal de un líder religioso, en especial por provenir de una orden famosa por el interés despertado en sus miembros a causa de su muy profunda y adicional preparación humanística. La opción por los pobres proviene de los dos mil años del catolicismo, pero aunque no lo señaló en forma directa, incluye también a las personas con una posición económica superior a la del resto como consecuencia de su trabajo o herencia.

El papel eclesiástico, como el de otros dirigentes de la sociedad, es señalar las injusticias contra determinados grupos de personas económicamente débiles y como dijo monseñor De Villa y Vásquez, llamar a la reflexión acerca de las acciones de la vida y de la responsabilidad con el resto del conglomerado social. También cabe en estas reflexiones, todas más allá de las consideraciones religiosas, el tema de la familia, cuya crisis en estos momentos de la civilización occidental sufre serio deterioro. Es en ese sentido la razón de las palabras del prelado al referirse a la comunidad, algo especialmente importante en un tiempo donde el individualismo reina y se le alaba como justificable. Puede haber intercambios de ideas, más valiosas mientras menos se apele a la descalificación.

Uno de los motivos por los cuales me alegro del nombramiento de monseñor De Villa y Vásquez es porque lo conozco desde hace años, en su calidad de miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua y de su papel magisterial en la Universidad Rafael Landívar, y porque sé cómo tiene sobre todo mucha elegancia, mezclada con buen humor, para presentar sus puntos de vista, lo cual no permite calificar de fácil la tarea de hacerlo cambiar de opinión. Su formación permite calificarlo como alguien con cultura muy amplia, característica indispensable para lograr los cambios necesitados por un país como Guatemala. Es de esperar una colaboración de todos los demás obispos del país, quienes, como él dijo, en algunos temas tienen puntos de vista distintos.

Debo señalar, eso sí, mi extrañeza por los largos meses pasados sin un arzobispo, desde la muerte de monseñor Vian. Lo considero un mensaje del Vaticano y no he logrado descifrarlo, sobre todo porque ese puesto, a criterio de muchos feligreses, debía ser ocupado por él. La situación de hoy en día exige gran preparación cultural y la capacidad de entender el papel de todo líder religioso, sobre todo el del grupo mayoritario, receptor de los efectos del catolicismo, no solo en la forma de adorar a Cristo, sino en las tradiciones, comida, vestimenta, música. Dicho esto, y dirigiéndome a alguien con quien tengo lazos de amistad, le deseo la mejor de las suertes en esta nueva etapa de su trabajo dentro de la iglesia Católica, en beneficio de nuestro país.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.