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Pastores como el Buen Pastor

“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”. Jesús de Nazareth

Después de los relatos sobre las apariciones del Resucitado llegamos, con el evangelio de Juan, 10, 27-30, al cuarto domingo de Pascua, llamado el Domingo del Buen Pastor, en el que desde hace 62 años se celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, por iniciativa de san Pablo VI.

“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”. Jesús de Nazareth

Para la Jornada de este año, Francisco, desde el Policlínico A. Gemelli, el 19 de marzo, firmó el mensaje: “Peregrinos de esperanza: el don de la vida”, estructurado desde tres verbos: acoger, discernir y acompañar. Su planteamiento va por una “cultura vocacional”, capaz de acoger el camino vocacional de cada persona, promover el discernimiento vocacional en comunidad y acompañar el camino vocacional desde una dinámica sinodal.

En vísperas del Domingo del Buen Pastor, mediante los cardenales y la oración del Pueblo de Dios, fue elegido el sucesor 267 de san Pedro y de Francisco, León XIV, nacido en el continente americano y formado pastor con olor a pueblo entre las comunidades eclesiales de Chiclayo, Perú.

Llega con el anuncio de la paz del Resucitado “a toda la tierra” donde los conflictos entre las naciones se incrementan y las guerras arancelarias hacen añicos las economías de los más pobres. Es portador de la herencia de Francisco, que en la misa Pro eligendo pontifice pretendieron ningunear, pero que le da continuidad bajo la bendición de “Dios, que los quiere mucho, ama a todos y el mal no prevalecerá, pues estamos todos en las manos de Dios”.

Recoge el legado de Francisco, llamando a proceder “sin miedo” ni cobardías, a vivir “unidos” en la diversidad, a sentirnos “mano a mano con Dios y entre nosotros” siendo su Pueblo elegido, a caminar “adelante” como peregrinos de esperanza, a ser “discípulos de Cristo” aprendiendo siempre del Maestro, a ser capaces de “ayudarnos los unos a los otros” en la dinámica de un amor solidario, a dedicarnos con entusiasmo y creatividad en la construcción de “puentes con el diálogo, el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz”.

Mirando hacia el futuro de la Iglesia se propone, junto a los cardenales que lo eligieron, a caminar “como iglesia unida”, ya que los detractores de Francisco y la “fachosfera” eclesiástica y del poderoso mundo de la política y del capital pretendieron romper para dañar su pontificado.

También se propone buscar “la paz” verdadera y “la justicia” social entre los pueblos, “trabajando como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo” a ningún imperio o poder dictatorial y fascista, “para proclamar el Evangelio y ser misioneros”.

Su pensamiento y espiritualidad agustiniana, su experiencia pastoral adquirida entre las comunidades eclesiales de América Latina estarán al servicio de la Iglesia universal desde el criterio teológico: “Si me asusta lo que soy para ustedes, me consuela lo que soy con ustedes. Para ustedes soy obispo, con ustedes soy cristiano. Aquel nombre expresa un deber; este, una gracia. Aquel indica un peligro; este, la salvación” (Agustín, Sermón 340, 1).

El anhelo del papa León XIV es que “busquemos juntos cómo ser una iglesia misionera”, en salida hacia las periferias del mundo; “una iglesia que construye puentes de diálogo” entre los pueblos y culturas, religiones y creencias; una iglesia “siempre dispuesta y abierta a recibir, como la plaza de la Basílica de San Pedro, con los brazos abiertos a todos”; una iglesia que acoge “a todos los que tienen necesidad de nuestra caridad, de nuestra presencia, de diálogo y amor”. Finalmente, su sueño es “una iglesia sinodal” que camine en búsqueda de la paz, de la caridad y estar cerca de quienes sufren.

ESCRITO POR:
Víctor Manuel Ruano
Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.