CATALEJO
Predecir fin de la crisis es contraproducente
El mantenimiento de las normas actuales y la reducción del toque de queda, anunciados anoche por el presidente Alejandro Giammattei, no sorprende a quienes, aunque esperan de todo corazón el fin de la mayor crisis de la historia de la humanidad, al mismo tiempo analizan con seriedad, serenidad y sobre todo lógica cómo el avance del coronavirus sigue imparable. Se habla y se espera el acontecimiento casi milagroso de encontrar la vacuna antes de un año de pruebas, diciéndolo con optimismo, no porque un optimista sea un pesimista mal informado, sino porque la esperanza debe permanecer aun cuando ya no haya motivos para tenerla. Sin embargo, la verdad sigue siendo dura: la enfermedad aún no ha llegado en serio a Guatemala y persiste el riesgo de dolor para todos.
El presidente ha centrado su accionar en ejercer como médico. Sin embargo, no parece haber puesto suficiente atención a las acciones contra corruptos, cercanos o lejanos a él. Conforme pasan los días comienzan a conocerse denuncias de ventas sobrevaluadas, de ausencia de conocimiento público sobre la forma como se están empleando los millonarios recursos. Pero a mí me preocupa esa renuncia a no tomar decisiones necesarias para el país, además de ser causantes del afianzamiento del apoyo popular logrado en estas semanas, el cual ahora puede empezar a tener un estancamiento o un retroceso. A ello se agregan las condiciones socioeconómicas y culturales del país, convertidas en un valladar para tener más avances en la lucha contra la pandemia.
' Alejandro Giammattei debe centrarse en cómo será la vida poscrisis, sin predecir su finalización, porque ello tristemente no es posible.
Mario Antonio Sandoval
Por ejemplo: la mayoría de guatemaltecos no tiene agua, y se les pide lavarse constantemente; están hacinados en casas de condiciones muy precarias, y se les pide guardar la distancia; viven al día y deben salir a arriesgarse, pero se les castiga y envía a cárceles abarrotadas si incumplen el toque de queda y no tienen dinero para pagar la multa, con lo cual se arriesga a los reos y también a estos infractores. Y una multa de 150 mil quetzales por esta causa parece un nuevo ejemplo de humor negro, porque en este momento los ingresos de todos los guatemaltecos honrados se han disminuido. Se les ofrece ayuda económica, pero su reparto necesita mejor organización. Nadie puede exigir perfección, pero sí una manera adecuada de funcionar y de establecer las verdaderas prioridades.
Nadie parece acordarse de todos los médicos, enfermeras y personal auxiliar, pero también de bomberos e integrantes de otras instituciones de servicio. Es imperdonable no tenerlos perfectamente protegidos para evitar contagios a causa de su relación con los pacientes. Los familiares de estos héroes, cuyo apostolado hasta ahora se está empezando a valorar realmente, cuando los ven salir de casa para ir a tratar de salvar al prójimo se quedan con la angustia, ya de tan profunda tal vez no perceptible a simple vista, de la posibilidad de un contagio para todos, ellos y sus familiares. De esto debería informar el presidente. Tristemente, el número de afectados solo afianza lo ya sabido.
El gobierno tardó demasiado en pedir (¿exigir?) al gobierno de Donald Trump suspender los vuelos con indocumentados. Nada se sabe de sus contactos para pedir ayuda a Taiwán e Israel, dos países amigos de Guatemala y donde la lucha contra el coronavirus ha tenido buenos resultados. De esto se debe informar a la población. En el frente interno de esta guerra mundial se debe tener total transparencia. Los habitantes del planeta Tierra debemos comprender: esta pandemia ya cambió al mundo y a la manera de actuar de los seres humanos. Los efectos están siendo igualmente terribles, pero diferentes, si se trata de países del primer mundo, del segundo o tercero, como Guatemala. Pero ya llegó el momento de planificar el inicio de una nueva normalidad.