Predicciones de comicios llamados a total fracaso
Las elecciones del 2027 se encuentran a poca distancia; la campaña comienza en junio, y nadie lo toma en cuenta.

El indudable horror político de las siguientes elecciones, programadas para 2027, se muestra con el interesante artículo de Prensa Libre el lunes pasado, escrito por la periodista Fátima Najarro, y se une a reportajes y columnas de opinión, cuyos autores analizan este futuro desde diversas perspectivas. Se demuestra la fractura del Congreso, una “clica novenera”, apodo afianzado por sus constantes y burdas maniobras para mantener su vergonzoso y vomitivo, por ejemplo, auto-aumento de sueldo porque sólo ellos lo podrían quitar, pero eso no lo verán los ojos de ningún ciudadano guatemalteco. La posibilidad de numerosos hechos adicionales similares no es suposición ni superficialidad, sino una profecía fatal, es decir inevitable, infeliz, desgraciada y mala.
Las elecciones del 2027 se encuentran a poca distancia; la campaña comienza en junio, y nadie lo toma en cuenta.
Los diputados en el primer año faltante para la inscripción de más “partidos” de caricatura cuyos votos electorales favorables en la primera vuelta no llegan siguiera a 5% de los válidos, no a los inscritos en el padrón electoral. Son agrupaciones causantes de risa y su participación solamente complica el proceso del conteo. Con entusiasmo, más bien con ciega locura —como dice el himno— se mantendrán este tipo de hordas caracterizadas por el desconocimiento generalizado de quiénes son sus secretarios generales u otras autoridades y también de “roscas”. La Ley Electoral permite integrar el congreso con “jefes de bancada” de un diputado, aunque su porcentaje de votos sea menor al 5%, y este es uno de los más serios errores urgidos de arreglar.
Si la ley se hubiera cumplido, entre los desaparecidos estarían Winak/URNG/Maíz, Elefante, Cambio, Nosotros, Humanista. Si con un cambio de la ley se redujera a tres diputados la cifra para no hundirse, se habrían agregado Creo, Victoria, Azul y Unionista. Los diputados quedarían flotando y a) podrían ser declarados independientes; b) perder el cargo por estar amarrado a la victoria del partido, y así reducir el número de curules, crecido de 116 a 160 desde 1990 (35 años) sin avance alguno para la democracia. De los dizquelíderes de facciones en el Congreso, solo son conocidos, pero no sobresalientes Samuel Pérez y José Carlos Sanabria, oficialistas; Allan Rodríguez, Álvaro Arzú hijo, Orlando Blanco y Felipe Alejos.
Estos números permiten comprobar el absurdo de dejar sin cambios, pocos pero fundamentales, a la ley electoral, por decisión del TSE o por una comisión de personas notables y de calidad personal indudable, de diversas actividades. Van algunos: declarar verdaderamente Supremo al tribunal, y por tanto crear límite al amparo. Exigir definición ideológica de los partidos, incluyendo los ya existentes. Reducir la participación como candidato a una o dos ocasiones. Impedir la participación de parientes hasta el segundo grado de consanguinidad, para evitar clanes o clicas politiqueras. Limitar las manifestaciones, sobre todo cuando interrumpan intencionalmente el paso en carreteras o calles. Controlar el tipo de donaciones tanto de dinero como en especie.
Es irracional insistir en el cumplimiento de una ley utilizada para burlarla, corromperla, interpretarla al antojo de alguien o un grupo. Hay que cambiarla y buscar la forma correcta de hacerlo, no necesariamente de cumplimiento ciego de una ley contraproducente. El proceso de rechazo ha sido largo y existe, pero sin la valentía de hacerlo público. Es necio repetir una acción fracasada anteriormente y por eso el cambio de un error es mucho menos malo al compararlo con violencia causada por el hastío. La democracia, no solo aquí, debe ser salvada de la maldad humana, de la rabia generalizada. Los ejemplos de la Historia son novedosos, numerosos y tienen utilidad. Las elecciones del 27 constituyen una disyuntiva necesitada de ser descubierta.