MIRADOR
¿Radicales, ignorantes o distractores?
Cuando se legisla “en paquete” y se mezclan temas, se corre el riesgo de que el resultado sea una amalgama compleja y contaminada. Es el caso de la ley para la protección de la vida y la familia, que incorpora asuntos como la protección a la vida, la familia y la diversidad sexual. Un galimatías que da mucho de qué hablar y será vetado o judicialmente anulado. A favor de ella votaron 101 diputados, 8 en contra y perdidos en lo políticamente correcto 51 ausentes. ¡Qué vergüenza desaparecer en momentos críticos.
En los considerandos se habla de “prácticas incongruentes con la moral cristiana”, lo que provoca el primer llamado de atención, ya que la laicidad estatal debería ser un hecho, a pesar del desafortunado inicio constitucional de “Invocando el nombre de Dios”. La iglesia católica se ha decantado por la protección civil de las parejas del mismo sexo, así que hay que aclarar el significado de “moral cristiana” dañada. Desde luego, no la mía.
Todos conocemos a personas de la diversidad sexual, seguramente tenemos familiares, y hemos podido comprobar que la conducta sexual no se adopta graciosamente, sino que, desde temprana edad, es consustancial con la esencia humana. Es un atentado a la libertad y un grave insulto a la razón prohibir que se hable o enseñe sobre la normalidad de conductas distintas a la heterosexualidad. Inculco a mis hijos, y ellos advierten, que la preferencia sexual no es un capricho al que se acoge cada uno en el momento que le apetece, sino que surge naturalmente en la medida que despierta la sexualidad. Como profesor, enseño que cada persona puede compartir su vida con quien desee, porque la libertad está por encima de legislaciones vacías, erradas, hueras, opresoras, intolerantes.
' Es un atentado a la libertad y un grave insulto a la razón, prohibir que se hable o enseñe sobre la normalidad de conductas distintas a la heterosexualidad
Pedro Trujillo
En otro apartado, la ley tacha de anormal la conducta no heterosexual, aunque el diccionario de la lengua española contempla tres acepciones para “anormal”: 1) Que accidentalmente se halla fuera de su natural estado o de las condiciones que le son inherentes; 2) Infrecuente y 3) Persona cuyo desarrollo físico o intelectual es inferior al que corresponde a su edad. La primera no es aplicable, porque no es “accidentalmente” que alguien se encuentra fuera de su estado, sino natural e incontrolablemente. La segunda, pudiera serlo en la medida que fijemos un porcentaje de frecuencia y quizá desde esta perspectiva se pudiera incluir el término, pero al tener acepciones peyorativas no parece adecuado. La tercera está totalmente fuera de contexto.
Finalmente, las madres solteras —amplio colectivo en el país— no pueden ser familia nuclear, y quedan desprotegidas y estigmatizadas. ¡Vaya legisladores!, y qué pena quienes huyeron del voto en contra. Inadmisible que el radicalismo se sobreponga a la razón o las creencias religiosas a la realidad y a la ciencia.
No soy homosexual, pero pude haberlo sido, o alguno de mis hijos. Tengo amigos homosexuales a quienes respeto profundamente y admiro por la lucha constante frente a demasiados intransigentes. Comparto con alumnos que lo son y a quienes voy a seguir enseñando sus derechos y, al resto, a debatir racional y sensatamente este tema para evitar que el autoritarismo irracional, el radicalismo religioso o la intransigencia política los condenen, y peor aún los expongan a ser agredidos.
Esta norma viola derechos y coarta la libertad, pero sobre todo desnuda el nivel de cortedad discursiva de quienes la proponen, apoyan o vitorean. Estamos gobernados por dinosaurios, extremistas disfrazados de conservadores, cobardes que huyen, analfabetas funcionales e hipócritas irredentos que se disparan en el pie porque muchos son homosexuales o conforman la antítesis de la familia modélica que pregonan.