CATALEJO
Reelección de Da Silva: algunos comentarios
En Brasil, la apretadísima victoria porcentual de Luiz Inácio da Silva, quien pasó de la cárcel a regresar al palacio presidencial, demuestra la tajante y terrible separación política ciudadana. Ese 1.5% de diferencia parece haber sido efecto de las acciones de populismo de extrema derecha de Bolsonaro, como negar la pandemia del covid, con el resultado de 700 mil muertos, solo superado por el millón de víctimas mortales estadounidenses; también negar el cambio climático, de evidencia en todo el mundo; no disminuir la destrucción de la Amazonía; amenazar con solo aceptar un resultado favorable, a pesar de tener éxito desde hace años y gracias al cual ganó la presidencia. Esa división refleja en buena parte el estado de la llamada democracia en el continente.
No se puede negar la indecisión brasileña –compartida en el resto del continente americano— causante de los hamaqueos políticos. Da Silva tuvo éxitos económicos por circunstancias favorables en sus dos gobiernos (2003-2011), pero luego la presencia de corrupción en el régimen de su sucesora Dilma Roussef sacó al Partido de los Trabajadores del mando. Los ciudadanos entonces votaron por Bolsonaro, pero ahora la nostalgia ante una realidad económica dura también fue factor innegable. Llega a un país tajantemente dividido, con diferentes realidades nacionales e internacionales. Por esto no tiene opción: balancear su posición y tomar decisiones coherentes con sus 78 años, y no pensar en revanchismos, exigidos por sus partidarios extremistas.
' Las similitudes en Latinoamérica del resultado de la reelección en Brasil deben ser motivo de análisis general y sereno.
Mario Antonio Sandoval
Es difícil saber si ganó da Silva o Bolsonaro perdió debido al voto en contra. Esto último ha sido común en Guatemala, sobre todo en las últimas dos elecciones, pero también en los países donde los desesperados votantes no quisieron más de lo mismo, con estas diferencias: Perú, 0.25%; Colombia, 3% y Chile, 11%, pero en todos ya hay motivos de arrepentimiento. En Argentina pasa lo mismo al repetir tantas veces por décadas el autollamado peronismo, muestra de nostalgia. En Uruguay la izquierda hizo un aceptable papel por la personalidad de Pepe Mujica, y aun así ganó Alberto Lacalle, de derecha moderada. México, realmente, se tambalea. La dictadura se mantiene: Cuba, desde hace 63 años; en Nicaragua y El Salvador se afianza y en Guatemala, se manifiesta.
Ante los evidentes problemas sociales y económicos de la instalación de regímenes de izquierda, a causa de su ideología, los estudiosos de la política latinoamericana tienen la tarea de buscar las razones históricas y sociológicas, así como la influencia religiosa de grupos evangélicos y neopentecostales. Los opositores político-ideológicos del continente necesitan hacer una tarea similar, sin caer en el insulto a quienes dieron sus votos por Da Silva. Los últimos resultados en este continente nuestro no son una causa, sino un efecto. Entonces, lo sabio y al mismo tiempo sagaz es impulsar cambios basados en entender los negativos efectos del extremismo y aceptar los criterios adecuados, o siquiera con posibilidades lógicas, de los adversarios.
La importancia de Brasil en el contexto mundial otorga importancia internacional a sus problemas, sobre todo en América Latina. Al entender los problemas o al menos sus raíces, se ha llegado a la mitad de su solución, dice un adagio. Ese país ya sufrió dictaduras militares, y hoy tiene el riesgo de afianzar sus diferencias internas por una dictadura populista, si Da Silva no actúa como la Historia actual lo obliga. Hay una realidad: nuestro continente está mal y su gente debe participar para la mejora de las condiciones mayoritarias ciudadanas, pero con madurez y abandono de los extremismos. De hecho, Da Silva representa el criterio de 1.5% porque los votos contrarios se anulan, por decirlo así. Así se debe entender en la democracia real el verdadero apoyo popular.