CATALEJO

Surge libro previo sobre el magnicidio

|

La novela, es decir ficción, Tiempos Recios, de Mario Vargas Llosa, trajo al interés de algunos círculos el gobierno, sus antecedentes y el asesinato de Carlos Castillo Armas, ocurrido hace 62 años, el 26 de julio de 1957. El autor peruano-español, miembro de la Academia Peruana de la Lengua y de la Real Academia, no imaginó el relativo revuelo causado en Guatemala por esa obra, basada en hechos históricos interpretados a su manera. Pocos días después, comenzó a circular otra obra sobre el mismo tema, llamada La Rapsodia del Crimen, escrita por el periodista y académico dominicano Tony Raful, miembro de la academia de la lengua en su país —coincidencia inesperada—, quien presenta una versión distinta en algunos elementos básicos.

Ambos trabajos tienen relación: Vargas Llosa dedica el libro a Raful. Desde la perspectiva de datos nuevos o poco conocidos, la obra tiene más importancia porque no es literatura parcialmente ficticia, sino un relato de hechos desde una perspectiva histórico-periodística, lo cual no convierte necesariamente en verdad inamovible lo expresado. Raful publica en el 2017. Su aporte fundamental es la participación del déspota y sanguinario dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Señala sus tentáculos en el Caribe y Centroamérica y la relación de este con el financiamiento para la rebelión contra Árbenz. Confirma la versión de haber mandado a matar a Castillo Armas porque este no le cumplió la promesa de darle la Orden del Quetzal, pero sí la concedió a Somoza.

Otro factor es el odio entre Árbenz y Castillo Armas, agregado al sentido contra Ydígoras. Al autor dominicano, cuya obra está llena de interrogantes, le sorprende por qué este último, al llegar a la Presidencia luego del asesinato, ordenó el retiro de la petición guatemalteca ante la OEA para investigarlo, así como el total olvido en Guatemala de estos detalles, y del mismo Castillo Armas, pero esto último, creo yo, se debe a una mezcla de mala intención y de sucesos históricos posteriores, como el asesinato de Trujillo, el triunfo de Castro en Cuba, los cambios en la política estadounidense. Lo mismo ocurre con la declaratoria de guerra de la República Dominicana contra Guatemala, nunca llevada a cabo y causada por el apoyo de Arévalo y Árbenz a la lucha anti trujillista.

Castillo Armas recibe un tratamiento distinto. Vargas Llosa, lo señala de tener “una gratitud… sin límites” con el dictador nicaragüense Somoza, y lo califica de “humilde, bastardo, pobre y aindiado”, “coronelito flacuchento y medio tísico, de bigotito hitleriano…” esto, más la afirmación de “la distancia astral entre los indígenas y la gente acomodada”… lo hizo …entender le necesidad de “ir la raíz del problema social para que esa situación cambiara”. Sin duda, estas frases molestarán al sector económico ahora entusiasta seguidor de él por convicciones tan cercanas al neoliberalismo. Pero Vargas Llosa no es panfletista ni destructor de nadie. Es novelista y eso explica su tan extraña frase de buscar datos históricos para mentir con base, porque la ficción no es mentira, por ser literaria.

' Ambos libros permiten conocer hechos cuya distancia en el tiempo permite verlos con serenidad, aunque con dolor histórico.

Mario Antonio Sandoval

En resumen, quien desee conocer verdades históricas con invenciones debe leer Tiempos Recios, donde encuentra literatura, a causa de la indudable calidad de expresión escrita del autor, cuya meta es literaria. Quien desee enterarse de verdades y leer con mente abierta para aceptar, rechazar discutir hechos históricos y su interpretación, debe leer La Rapsodia del Crimen, cuyo fin es tratar de “explicar racionalmente la intervención militar y política de Trujillo…”. A mi juicio es útil para esclarecer olvidados hechos históricos guatemaltecos. Eso ayuda a conocerlos y explicarse hechos históricos posteriores. Leer ambas obras, lápiz en mano para subrayar frases, puede encajar la participación de otros importantes personajes históricos, tarea imposible en un artículo periodístico.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.