CATALEJO

Termina larga espera de impredecible elección

|

No se puede predecir el resultado de mañana en Estados Unidos. Trump tiene posibilidades porque el voto popular resulta secundario, como ocurrió en el 2016, cuando ganó por votos electorales, aunque su rival Hillary Clinton obtuvo tres millones más de votos populares, pero sin lograr los 270 electorales necesarios para la Presidencia. La derrota de Trump sería efecto de la pérdida de este tipo de votos en estados donde los obtuvo hace cuatro años, y por aparte no hay seguridad de cuándo se conocerá el resultado final, por la altísima cifra –casi 90 millones hasta anoche— de votos por correo. Todo se complica más porque en algunos estados, como Minnesota, solo se toman en cuenta aquellos votos de este tipo recibidos hasta el día de las elecciones.

Joe Biden encabeza las encuestas, algunas con amplio margen, pero no es un augurio seguro de victoria. Sufre dos factores en contra: la edad, aunque su contrincante solo sea tres años menor, así como tener apariencia de salud debilitada y hablar con pocas flexiones de voz. Se menciona, casi abiertamente, la posibilidad de que no finalice su período, lo cual llevaría a la Presidencia a Kamala Harris, autocalificada afroamericana –aunque a mi juicio no lo es–, quien pertenece al segmento más hacia la izquierda del Partido Demócrata –dicho por ella misma– en el complejo horizonte político estadounidense, ahora sumido en un proceso de división profunda en un país cuyo lema histórico desde hace más de dos siglos ha sido “de muchos, uno”.

' A 24 horas de completar la ya iniciada votación en Estados Unidos, el resultado podría diferenciarse de los predichos por encuestas y analistas.

Mario Antonio Sandoval

Los últimos días de esta campaña atestiguaron ataques de bajeza similar a la existente en los países subdesarrollados, y revelaciones sorpresivas y negativas de ambos aspirantes. Nadie puede negar la presencia en ambas partes de discursos populistas, por tanto mentirosos y embaucadores. Se evidenció también un lamentable descenso en la percepción de la dignidad del cargo en disputa, con evidentes efectos para la imagen de Estados Unidos como país, debido a la profunda y división interna, así como de las, sin duda, desafortunadas e incluso nefastas consecuencias del fomento de esa división, tal vez cercana a una separación de hecho. En un campo ya en llamas, los partidos y candidatos alentaron a sus simpatizantes a lanzar gasolina al fuego.

Entre las varias razones para preocuparse por estas elecciones hay algunas sin precedente. Donald Trump mencionó –¿aseguró?– la posibilidad de no reconocer el resultado debido a otra forma de votar, la de hacerlo por correo, método usado por él mismo. Sembró dudas sobre la efectividad y el profesionalismo del sistema de correos y señala a los demócratas de emplearlo de manera delictiva para ganar. Esa multitud es suficiente para decidir una elección, sobre todo en los estados decisivos, llamados “indecisos”, porque votan indistintamente. El presidente tampoco condenó a los supremacistas blancos, a quienes solo les sugirió “esperar”, y ello ha despertado algunos temores de disturbios callejeros.

De la actitud de los votantes indecisos y de los no partidistas dependerá el resultado de estas elecciones carentes de precedente alguno. No ayuda a convencerlos la andanada de ataques mutuos sobre las numerosas irregularidades e ilegalidades de Trump, Biden y los partidos. Las preferencias de los votantes inscritos se basan en lealtad a un aspirante y su partido o al rechazo ciego de los descubrimientos y de las críticas serenas, consideradas pruebas de mala intención contra el otro. Todo esto lleva a una simplista actitud dicotómica, entre blanco o negro. Mientras esto ocurre, el resto del mundo observa el evento con incredulidad y preocupación, pero también el estar lejos puede ofrecer un mejor y más completo panorama de las causas y consecuencias del resultado y de la derrota del perdedor.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.