CATALEJO

Tribalismo impide hablar con quien no piensa igual

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Encontrar un video de la estudiosa política argentina Guadalupe Nogués resultó una experiencia enriquecedora. Ingeniera y catedrática universitaria, habla con coherencia de temas actuales humanístico-políticos. En esa exposición utiliza el concepto de “tribalismo” y lo relaciona con la llamada “postverdad”, algo muy útil para los guatemaltecos, inmersos en el ambiente de rechazo a quienes piensan distinto, aunque sea solo en pocos detalles. La época actual es la del simplismo, porque la polarización y extremismo simplista evidente en los pensamientos políticos, ideológicos, económicos o religiosos obliga a buscar el consenso mínimo necesario por medio de conversación respetuosa, con el deseo de comprender por qué el interlocutor piensa distinto.

' La postverdad distorsiona la realidad para manipular conciencias y emociones con malsanas intenciones políticas.

Mario Antonio Sandoval

Tribalismo, indica el Diccionario de la Lengua Española, consiste en la tendencia a acercarse demasiado al grupo del cual se es parte, ignorar a los demás y verlos desde arriba, con desprecio y superioridad. Tiene campo abierto en un ambiente político donde se ha eliminado la discusión dirigida a escuchar y eventualmente cambiar de modo de pensar. La postverdad es “la distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y opiniones para influir en la opinión pública”. En otra definición, “subordina y manipula los hechos desde ideologías y voluntad política específicas”, lo cual agrega un maniqueísmo total: nosotros somos los buenos y ellos los malos en ambos casos sin excepción. La instantaneidad de las comunicaciones expande esas ideas por el mundo.

Defender la libertad de expresión es tarea de todos, porque “protegerla es más fácil que recuperarla”. De allí saldrán los diversos criterios y análisis para borrar al tribalismo. Esta actitud genera silencio al deshacer el diálogo real por ser respetuoso; la falta de voces adversas afianza el simplismo de dividir a la sociedad entre “amigos” y “enemigos”. Se elimina el temor de hablar para no ser encasillado por quienes creen tener la razón porque gritan e insultan más y no atacan la idea del interlocutor sino a la persona, penalizada socialmente por disentir. Del intercambio respetuoso surge el consenso o la aceptación de criterios contrarios aceptables o complementarios, difíciles en un ambiente donde reinan esas mentiras disfrazadas de verdad llamadas falacias.

Cada conversación se vuelve batalla y las opiniones se convierten en zanjas profundas para separar y enemistar, lo cual en el ámbito político es trágico, al incitar a la violencia y al delito. A causa del tribalismo, padre de la disminución de voces distintas, “el diálogo desaparece, el acuerdo es imposible y el mundo se fragmenta en una combinación explosiva de desconfianza” (Nogués). La gente guarda silencio, confundida con aceptación habla en base a falacias, pero ello no significa ausencia de opinión, sino deseo de no arriesgarse a la diatriba de quien ataca sin argumentos sólidos. Tanto el silente como el insultante actúan por lo mismo: proteger la integridad propia. Frente a desconocidos, ya no se expresan opiniones propias, por ese mismo temor.

En nuestra realidad nacional los criterios señalados explican el simplismo de quienes solo piensan en base a “chairos” o “fachos” y así demuestran intolerancia a través de insultos, y palabras sin oficial en español. Luego de leer a esta pensadora política argentina, pensé en mi caso. Me gusta hablar de política con quienes no piensan como yo. Basado en el respeto a la persona, converso y discuto, doy y recibo golpes de pensamientos diversos y no me afecta aceptar la superioridad de ideas ajenas o parte de ellas y tengo claro no aferrarme o cambiar a un pensamiento sin antes discutirlo. No lo niego: a veces me enojo o lamento discernir en aspectos muy simples o claros con personas a quienes les doy capacidad de raciocinio correcto y les tengo aprecio o afecto…

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.