la buena noticia

Un gesto profético admirable

Si nuestra acción evangelizadora no está inspirada por Jesús, somos un estorbo para el proyecto de Dios.

La expulsión de los vendedores del templo es narrada por los cuatro evangelistas, lo cual revela su gran importancia y su historicidad. Los evangelios Sinópticos sitúan el suceso pocos días antes de la muerte de Jesús, como causa inmediata de su condena, mientras que san Juan, que es el que leemos este tercer domingo de cuaresma, lo sitúa en el capítulo segundo de su evangelio, como inicio de la Santa Misión Popular de Jesús por el reino.

Es un gesto profético echar fuera del templo y del culto a los especuladores de dinero que manipulan a la religión, y los animales cuyo sacrificio pretendía suplir el encuentro personal del ser humano con Dios, por eso Jesús dice: “quiten todo de aquí”.

Es admirable y digna de imitación la actitud profética de Jesús para indicarnos hasta dónde llega la radicalidad de su evangelio y la conversión, como cambio de mentalidad, para forjar la nueva sociedad con hombres y mujeres nuevos. El gesto es audaz, sin medias tintas ni tibieza, sino provocativo y confrontativo.

Acaba de concluir en la región sur-nor-oriental de Guatemala una serie de encuentros, bajo la dirección del biblista y misionólogo italiano Luis Mosconi, sobre la dimensión profética de la misión de la Iglesia, en cada una de las 7 iglesias particulares, con una participación de 10 mil agentes de pastoral, aproximadamente, que además de reavivar el espíritu misionero del discípulo de Jesús hoy, reflexionaron sobre el camino sinodal que vive la Iglesia actualmente.

Por eso es oportuno encontrarse este domingo con este gesto cargado de fuerza profética en la vida y misión de Jesús, que ciertamente tuvo sus consecuencias, pues desencadenó su detención y rápida ejecución, pero trazó el camino por donde caminar para hacer posible la concreción del reino en la historia, que va más allá de toda religión y hasta de la misma Iglesia.  

Se ve que aquella religión y las prácticas y ritos que se desarrollaban en el templo eran el gran obstáculo para acoger la propuesta del reino de Dios que Jesús planteaba a sus oyentes. Con aquella acción profética estaba poniendo en ridículo y cuestionando a fondo el sistema económico, social, político, militar y religioso de aquella sociedad.

El templo ya no representaba la presencia de Dios y su proyecto de vida para el mundo, sino era un instrumento de explotación y humillación del ser humano por responder a los intereses del imperio romano.

Tampoco era el espacio para orar y entrar en comunión con el Dios que los había liberado del sistema de esclavitud impuesto por los faraones, sino un lugar de alienación y embobamiento del pueblo para vivir sumiso y encorvado dando pleitesía a los líderes de aquel sistema inhumano y salvaje. El templo ya no era lugar del perdón y la misericordia de Dios, sino la justificación de toda clase de injusticias.

Como discípulos de Jesús, en una iglesia misionera, sinodal y profética, nos preguntamos: ¿qué le estamos aportando a nuestras comunidades enredadas en ofertas de religiosidad serviles del sistema, y a la sociedad guatemalteca capturada por redes criminales y de corrupción en casi todas sus instituciones?

Si nuestra conducta personal y nuestra práctica evangelizadora no está inspirada por Jesús, somos un estorbo para el proyecto de Dios que él quiere impulsar en el mundo, con el agravante de hacernos cómplices de una clase de políticos, especialmente de derecha y ultraconservadores, que están haciendo una utilización sacrílega de la religión para encubrir su insaciable ambición de poder, su fiebre posesiva de riqueza para la conservación de sus privilegios y mantener este régimen de desigualdad y de corrupción para la impunidad.

ESCRITO POR:

Víctor Manuel Ruano

Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.