MIRADOR
¡Vaya camelo el de Kamala!
La visita de la vicepresidenta Harris había despertado muchas expectativas, y algunas pasiones. Venir a Guatemala y luego a México, y obviar El Salvador y Honduras, nos posiciona como punto de interés, y genera análisis variados.
Algunos candorosos creían que traería soluciones milagrosas para el tema central de su misión: solucionar el problema de la migración hacia los USA, pero olvidaron aquel dicho de “Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. A lo sumo, en los próximos 15 o 20 años se podría reducir el número de migrantes, siempre que ese tiempo se utilice para cualificar mano de obra, reducir la violencia y garantizar la seguridad jurídica, entre otros importantes pendientes por resolver. Mientras, solo queda reforzar las fronteras y aplicar la ley. De ahí que días antes de su venida se anunciara la creación de un “centro de recursos para migrantes”, lo que certificó la política trumpista de tercer país seguro, duramente criticada en su momento, pero ahora sibilinamente aceptada e implementada por el gobierno norteamericano. Veremos si después de esta administración no suman más los deportados y los expulsados.
' El fondo del asunto es una sórdida pugna por la consolidación de la visión más socialista en las filas demócratas.
Pedro Trujillo
Biden es presidente porque hubo que unir esfuerzos contra Trump y, para tal fin, sumaron al binomio a Harris, a pesar del temor de los demócratas moderados de que la visión Kamala permee el partido porque su posicionamiento es demasiado liberal, en esa interpretación norteamericana de pensamiento de izquierda. Por tanto, don Joe —más hábil que eficaz— encomendó a su vicepresidenta arreglar un problema no solucionado —ni solucionable en muchos años—, lo que requiere convergencia con los republicanos: frenar la migración de centroamericanos hacia Estados Unidos. Aún establecidas las condiciones suficientes para que esto sea una realidad —trabajo al menos de una década—, nunca se logrará totalmente porque siempre habrá un atractivo en el Norte superior al de quedarse aquí. El fondo del asunto es una sórdida pugna por la consolidación de la visión más socialista en las filas demócratas, y Kamala, que ya se ve candidata, promueve su política dentro del partido, y además de hacerlo en Estados Unidos viene aquí a sumar grupos y minorías de los que tanto gustan esas corrientes progresistas. No olvidemos que es una política que gusta y necesita del ruido —como todos—, de ahí esa difundida reunión con empresarios en USA que dicen querer invertir en la región, pero sin aclarar cómo se concretará tal oferta si tenemos en cuenta las condiciones humanas, sociales, económicas y de capacidad del país.
La realidad es que no pasará nada porque la realpolitik no cambia en cuestiones como la migración, la falta de desarrollo, el narcotráfico o el crimen organizado, amén de otras lindezas que se dan en estos países centroamericanos apadrinados, tutelados y supervisados por los Estados Unidos desde hace tiempo. ¡No es fácil suprimir las consecuencias de profundas causas históricas generadas por nuestros amigos del Norte! Por tanto, la misión teórica de Kamala Harris está abocada al fracaso, y su pujanza dentro del partido demócrata posiblemente no se consolide. Algunos de sus amigos y fans —en sintonía convergente— están centrados en implementar una Cicig regional contra “los fenómenos que impiden el desarrollo y alientan la migración”, discurso que ha pegado en algunos o que ha sido aceptado por otros. Pero tampoco nos engañemos, en tanto la ayuda económica venga las amistades existirán, los mensajes se repetirán y las conexiones quedarán lubricadas para seguir haciendo lobby en Washington. Otra cosa son los resultados que quedan, en los que hay que incluir ese mínimo porcentaje de vacunas que nos donarán de las que acapararon y les sobran.