SIN FRONTERAS
Cuando dependemos del incumplimiento
Una enorme mano, fuerte y de frente, que pone alto al proyecto de vida de la familia hispana radicada en el Norte. Así percibí la victoria de Trump esta semana. Pero hoy, el electo tiene un pie adentro de la oficina oval, y aunque hubiera querido compartir con ustedes sobre la conmoción de esta semana, se hace necesario trasladar la atención aquí, a Guatemala, para que se tome acción en lo que nos corresponde, y así evitar o minimizar los daños.
Desde enero, 60 millones de electores exigirán a Trump el cumplimiento de sus promesas. Espero que esa noción provoque que algún asesor coloque sobre el escritorio del presidente Morales un nuevo expediente que atender. Un expediente que sugiero colocar en carpeta de color rojo. Pues la sola incertidumbre del futuro puede causar estragos en el tejido social y económico de este endeble país que es migrante-dependiente. Advierto acciones precisas en cuatro universos.
El diplomático: ¿Me pregunto si saldrá algún día Guatemala del estado de petrificación diplomática frente a EE. UU.? Sé que nuestra cancillería —de corte conservadora— actúa con cautela, más aún, si se trata del “Estado Tutor”, como bien lo describió Fernando Carrera, anterior canciller. Pero vamos, toda situación tiene un límite. ¿Cuándo será el momento de presionar el botón de pánico? Un clima de odio contra la población hispana ha despertado. Esta semana radicales ya desfilan, hay pintas fascistas en las calles, vítores anti-hispanos en escuelas, y otras señales que justifican un llamado de prevención diplomática.
El económico: Preocupa la desaceleración, no solo de las remesas familiares —que alimentan a un tercio de la población— sino además de la industria que vende productos y servicios a la hoy vibrante y activa población migrante. Una de estas industrias es la de productos de consumo nacionales, que exporta y vende en cada tienda hispana en el Norte, desde alimentos —frijoles, gaseosas, golosinas— hasta medicinas naturales, artesanías y otros no tradicionales. Al responder cómo se pagaría la construcción del muro, Trump amenazó con gravar estas transferencias internacionales hasta por un 50%.
El comunitario: Este es el momento de lamentar que no exista una estructura operante que enlace las dispersas diásporas guatemaltecas. Conamigua, con su inoperancia y tinte político partidista, usurpó el lugar de ese ente cohesionador, y corresponde ahora demandar que la Comisión del Migrante del Congreso —a cargo del diputado Paul Briere— suspenda su afán de prolongar esa pantomima estéril, cuya existencia impide una plataforma de protección para quienes se sienten amenazados afuera.
El consular: Lamentablemente, preveo que el migrante guatemalteco es la presa más fácil para hacer cumplir rápidamente las promesas de deportación. Esto, principalmente debido a una red consular débil, desconectada de la población y en especial, deficiente en la entrega de los documentos necesarios para que un ciudadano logre identificarse. Mientras los migrantes de otras nacionalidades alistan sus documentos, nuestro gobierno ni siquiera tiene cartillas de pasaporte para entregar a los usuarios. ¡Imagine usted a un buen paisano nuestro intentando convencer de este absurdo a un policía que lo ha detenido!
Ciertamente, el mundo aún intenta descifrar el futuro versión Trump. Pero en las reacciones de nuestros funcionarios, percibí que su esperanza está depositada en que Trump incumpla sus promesas de campaña. “Primero Dios” dijo uno de ellos al ser entrevistado. Los funcionarios deben dejar que los lamentos los hagamos los ciudadanos y ocuparse de mitigar una crisis que, como bomba de tiempo, podría explotar en nuestra endeble estructura. ¿Quién tomará ese liderazgo? ¿Presidente Morales? ¿Alguien?
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