LA ERA DEL FAUNO

Culpan a la víctima, los que sí saben

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Cualquiera creería que es más fácil que caiga un tonto que un tirano. A los dictadores, se supone, se les enfrenta hasta que la cosa estalla. Vemos fotografías de nuestros antepasados encaramados al carro de la victoria para la Revolución de Octubre y pensamos en lo que hubiéramos hecho en tales circunstancias, de qué lado de la historia estaríamos.

Uno es más analítico desde la distancia geográfica y temporal. Uno construiría salidas antes de lo de Pompeya; estrategias para que no fuera timada Troya; apresaría a Nerón en la plaza. Más cercanamente, estudia uno los atentados contra Estrada Cabrera y puede ver por qué fallaron; piensa también cómo hubieran podido reaccionar nuestros abuelos frente a la humillación de vivir bajo el asedio de la policía de Ubico. Uno escupiría la mano de este último antes que besársela como lo hacen algunos en las fotos. De lejos, uno sabe. Lo difícil es vivir la propia realidad en la que no se sabe si coger al tirano por la cola o por el hocico, o por ambos lados, ni por dónde empezar.

Corren tiempos extraños. Algunos en el extranjero no se explican cómo soportamos tanta ignominia. Se hacen las mismas preguntas y afirmaciones que nos hacemos a nosotros mismos. En realidad, antes que cuestionamientos son reproches. Golpes sobre la herida. Quienes alguna vez escucharon aquello de “si te caes, sobre la herida te doy” saben a lo que me refiero. Son enunciados del tipo “¿Hasta cuándo vamos a aguantar esto?”; “Es intolerable”. Y lo toleramos. “Es humillante”; “Debemos levantarnos”; “Esto llegó al límite”. Y soportamos otro poquito. Pese a nuestra sincera determinación, le ponen cada día otra roca al peso. Pero no es que seamos tontos, es que trabajaron arduamente nuestra impotencia y eso carcome, divide, desconcierta.

Otros se preguntarán: “¿Por qué no revientan de una vez por todas esas rocas sobre sus miserables funcionarios?” Más allá de la retórica, de la teoría, ¿cómo es reaccionar más allá del análisis —también de ustedes— vigilante?

A mi entender, tras la violación de nuestros derechos se nos echa la culpa por permitirlo. Es como si los espectadores de esta tragedia que interpretamos a la fuerza nos tomaran por incapaces de saltar por la ventana que tienen ante sus ojos.

Llevamos demasiado tiempo aguantando a este gobierno; burlándonos de él, reprochándole, gritándole abiertamente, escribiendo y condenando. De no hacerlo asfixiaríamos nuestra conciencia. Por eso, mi tema aquí no es “de qué sirve”, sino advertir que se acusa a la víctima, se le reprocha su incapacidad reactiva, se le transfiere la responsabilidad de solucionar lo que tampoco pueden arreglar quienes desde su comodidad golpean sobre la llaga.

Recién me topé con una columna, escrita hace semanas, en la que el autor dice que en Guatemala “nos cruzamos de brazos con la ancestral sangre de horchata que nos sirve de refugio (…) mientras los ciudadanos persistamos en la indiferencia, agachando la cabeza (…) parecemos empeñados en hacernos los babosos”.

“Ancestral sangre de horchata”, indiferentes, agachados, cruzados de brazos, babosos, ¿qué más? Son palabras del posible candidato a la presidencia Óscar Clemente Marroquín. Comprendo la idea de soliviantar, solo que con el cincho, como antes.

No reaccionamos como quisiéramos y quisieran los espectadores de nuestra tragedia. Matemáticamente no nos iremos a las armas, no integraremos un movimiento inmediato estructurado, no solucionaremos nada con huelgas de hambre. ¿Qué haremos, entonces, en la práctica? Pregunta incómoda para el público analítico, vigilante desde su butaca.

@juanlemus9

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