EDITORIAL

De la osadía a la imprudencia

En apenas una semana, Donald Trump ha logrado unir a millones de personas en su contra, pero el mayor daño se lo ha provocado a su propio país, cuya imagen de primera potencia mundial se ve afectada a causa de los arrebatos y anuncios irrealizables, porque algunas de las medidas que pretende imponer necesitan autorización del Congreso y el Senado.

En los últimos dos días se enfrascó en una bizarra discusión con las autoridades mexicanas. Primero firmó una orden ejecutiva para iniciar la construcción del muro fronterizo y luego amenazó al presidente Enrique Peña Nieto de que debía llegar a Washington con una propuesta sobre su compromiso para pagar la construcción de esa muralla.

Finalmente, la prudencia imperó en el lado mexicano y Peña Nieto, ante esos arrebatos, optó por cancelar esa reunión con el díscolo presidente estadounidense, en medio de una ola de repudio por parte de los mexicanos, que exigen a sus autoridades acciones más firmes para generarse mayor respeto.

Pocas horas transcurrieron para que el vocero de Trump respondiera con otra imprudencia: lanzó la propuesta de imponerle un arancel del 20 por ciento a todas las importaciones procedentes de México, un auténtico disparate que tampoco podría implementar si no cuenta con el aval del Congreso estadounidense, órgano facultado para gravar cualquier transacción comercial entre esos dos países.

Esto solo puede ser entendido como una falta de seriedad del nuevo ocupante de la Casa Blanca, que con esas acciones erosiona la credibilidad de su gobierno. Esto es mucho decir cuando se habla de una nación que hasta ahora ha jugado un indudable rol protagónico en la estabilidad mundial, pero que con esa carencia de serenidad abre numerosas interrogantes, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.

Trump ha mantenido en estos primeros siete días la tónica prevaleciente durante toda su campaña, haciendo ofrecimientos inviables, populistas y carentes de seriedad, lo que da argumentos a quienes consideran esa presidencia como una especie de caricatura política, no la imagen del gobierno más poderoso de la Tierra, lo cual genera demasiado ruido para una administración que apenas comienza los cuatro años de su período.

Tanto la idea del muro como la ocurrencia de un impuesto a las importaciones mexicanas son anuncios populistas de realización difícil, si no imposible. En el primer caso, algo se puede hacer para montar el espectáculo con los recursos limitados de que dispone el Ejecutivo, pero la parte medular, al igual que cualquier gravamen extraordinario, debe contar con la aprobación de ambas cámaras del Congreso, de ninguna manera garantizadas.

A corto plazo, Trump seguirá haciendo felices a un grupo o la mayoría de sus seguidores, pero en el mediano plazo la factura se la cobrarán los ciudadanos al Partido Republicano. Si no regresan la cordura y la serenidad a la Casa Blanca, se corre el riesgo de provocarle un daño irreversible a la primera potencia mundial. Como ya lo advierten otros líderes mundiales, Rusia puede ser uno de los mayores beneficiados.

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