EDITORIAL

Deplorable servicio a miles de afiliados

El sistema de salud nacional se derrumba, gracias a la corrupción, la indolencia y los pactos sin escrúpulos. Se encuentra en la peor crisis de que se tenga memoria, al punto de que hay hospitales que han suspendido la atención, por falta de insumos.

La resolución de este drama pasa por las manos del Gobierno Central, que es el que debe buscar los equilibrios presupuestarios y establecer los controles necesarios para desembolsar los recursos para adquirir medicinas, para lo cual se hace indispensable que los mismos no sean objeto de pillaje por parte de empleados.

Paralelamente, hay otro drama que incuba el colapso del funcionamiento del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), que es un enfermo en estado crítico debido a la pésima administración de sus últimos directivos, quienes se han dedicado a recetarse jugosas prestaciones, a otorgar contratos onerosos y a jinetear los recursos, en lugar de modernizar y transparentar el funcionamiento de la institución.

Miles de pacientes enfrentan una dura situación, porque ni siquiera tienen acceso a recibir medicamentos vitales para cuadros crónicos.

La fundamental diferencia con esta institución es que los pacientes pagan o han pagado cuotas, además de que existen otros miles de afiliados que ni siquiera asisten a las distintas clínicas, pero esa ventaja no se ha sabido aprovechar, y las dependencias que deben prestar servicios evidencian un franco deterioro.

El IGSS ha pasado de ser una insignia a un botín codiciado por políticos y gobernantes, quienes han designado para dirigirlo a personajes inescrupulosos, ávidos de riqueza y carentes de sensibilidad social. La desfachatez ha sido creciente, y por ello resulta explicable que los últimos presidentes de ese instituto se hayan visto envueltos en escándalos; uno, por abuso de poder y otro, por mal manejo de los recursos.

También se puede citar como ejemplo el desfalco del cual fue objeto la institución durante el malhadado gobierno de Alfonso Portillo, cuando se perdieron Q300 millones que nunca se lograron recuperar.

Gracias a esos serviles e inexpertos funcionarios, que únicamente se han prestado al ordeño inmisericorde de los fondos del Seguro Social, tanto aquellos destinados a cubrir la atención médica como también las pensiones, estas se ven amenazadas por una drástica reducción, bufetes y abogados pagados con fondos de la institución que usan todo tipo de triquiñuelas para escamotear una mísera prestación a quienes han cumplido con el tiempo laboral reglamentario.

Este cuadro hace aún más vergonzosa la acción del exgobernante Otto Pérez Molina, quien en las postrimerías de su patética administración nombró a uno de sus adláteres, Carlos Contreras, para ocupar la presidencia del IGSS, en vez de designar a alguien a quien pudiera confiársele un rescate. El actual mandatario tiene ahora en sus manos corregir esa situación con una profunda reestructuración; de lo contrario solo confirmará que llegó al puesto para mantener una situación que los guatemaltecos ya rechazaron estruendosamente.

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