EDITORIAL

Abordaje anticovid-19 debe evolucionar

En una situación sanitaria complicada es bueno el optimismo, pero no se le debe confundir con la imprudencia ni con la temeridad. Por otra parte, los llamados a la prevención no deben tomarse como gritos perdidos en una multitud, sino como cuestionamiento personal cotidiano. Las áreas hospitalarias de Villa Nueva, Parque de la Industria y Quetzaltenango se habilitaron, en principio, para que los hospitales de referencia, Roosevelt y San Juan de Dios, continuaran con la atención a víctimas de accidentes o pacientes con otras patologías; sin embargo, estos dos últimos también se encuentran ya al borde de su capacidad, debido al aumento de casos de covid-19. Una situación parecida ocurre en centros asistenciales del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, lo cual ha conducido a la contratación de hoteles desocupados para albergar a afiliados con sintomatología.

Cuando ya la cifra de casos activos se acerca a los cuatro mil, es el momento de analizar dos posibles variantes en el abordaje del combate de la propagación de la enfermedad: uno paliativo y el otro preventivo. En el paliativo, la concentración de pacientes atendidos en hospitales debe reducirse mediante la aplicación de cuarentena y tratamiento ambulatorio. De continuar la actual progresión, colapsarán los servicios y de todos modos se producirán casos de infección que, en el peor escenario, no serán atendidos.

Grupos de especialistas hospitalarios han comenzado a desarrollar propuestas de protocolos de atención farmacológica y monitoreo que pueden liberar camas para destinarlas a cuadros severos que requieran asistencia respiratoria y medicación intensiva. Se trata solo de propuestas y pueden tomarse en cuenta o no, pero el cambio de paradigma es casi inevitable. Tal decisión figurará como una de las primeras que tendrá que asumir la Comisión Nacional contra el Coronavirus. En ese sentido cabe acotar que son penosos los casos de migrantes recluidos por más de mes y medio sin tener siquiera un diagnóstico, debido a que sus pruebas o datos se habrían perdido en el Laboratorio Nacional. De ser positivos quizá se justifica la estadía hospitalaria, pero si acaso no tenían el virus y resultaron contagiados por la larga permanencia, estamos ante un perjuicio evitable e innecesario.

La otra variante, preventiva, tiene que ver con la responsabilidad individual, el sentido común y el amor a los seres queridos: tres aspectos que se concentran en la dignidad personal, la cual se manifiesta a través de acciones y valores: si hay advertencias del riesgo es absurdo y moralmente condenable exponerse sin necesidad. Existen trabajadores de la salud, de servicios públicos o de empresas que surten de productos a la comunidad que, con todo y las medidas o equipos de protección, exponen su integridad física para seguir su labor. Hay necesidad de adquirir víveres, de vender productos en las calles o efectuar gestiones, situaciones proclives a la infección, por lo cual ameritan la máxima prudencia. Sin embargo, ver mercados atestados, grupos familiares de compras o personas desprovistas de mascarilla en áreas públicas constituye una falta de respeto a todos los que combaten la enfermedad y también a la propia familia, cuya vulnerabilidad se incrementa.

La lucha contra el coronavirus es el mayor reto actual, pero no el único ni el último. Los ciudadanos deben actuar como tales para aminorar el peligro y tratar de evitar al máximo la necesidad de sumarse a la demanda de asistencia hospitalaria, la cual dependerá de otras variables fuera del alcance individual.

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