EDITORIAL

El chanchullo hace escala en la chambonada

El hallazgo de unas gradas eléctricas y ascensores sin instalar en el Aeropuerto Internacional La Aurora, que tanto las necesita desde hace meses y que tanto claman los viajeros que van o llegan —sobre todo los de avanzada edad o con alguna discapacidad—, solo exhibe la indolencia e ineficiencia de la anterior administración de Aeronáutica Civil, encabezada por Francis Argueta durante casi seis años en dos períodos presidenciales distintos. El señor Argueta esperó hasta el último minuto para dimitir, en anhelante pero inútil espera de que no se concretara la transición.

Argueta fue juramentado por el entonces ministro de Comunicaciones José Luis Benito, el 29 de abril de 2018. En 2020 había abundantes quejas por mala gestión en el aeropuerto, pero siguió en el cargo durante todo el cuatrienio de Alejandro Giammattei. Todavía está por saberse qué sucedía en esa terminal aérea, pero el fallido chanchullo de las escaleras eléctricas debería ser causal suficiente para una auditoría total de procesos, concesiones, gastos y permisos. Las solas implicaciones para la seguridad aeroportuaria internacional, así como para el erario guatemalteco, deberían bastar para que el Ministerio Público ponga sus autónomas manos a obrar.

Si no fue un chanchullo, entonces fue una chambonada. O fueron ambos. El equipo adquirido a un costo de Q8 millones no tenía las medidas requeridas para los espacios en la terminal aérea. Las gradas eléctricas no tenían la altura necesaria y los ascensores carecían del ancho solicitado. Estos últimos se encuentran tirados, algunos incluso sin desembalar. Para las gradas se intentó hacer un horrible y ridículo agregado de concreto: un chapuz para tratar de empotrarlas a toda costa y maquillar así el fraude.

Los problemas de la principal entrada por vía aérea al país han sido reiterados: falta de aire acondicionado, servicios sanitarios en malas condiciones, disfuncionalidades en las fajas transportadoras de equipaje, vulnerabilidades de seguridad que han permitido el paso de polizontes a la pista, fallas de suministro eléctrico —sin plantas generadoras de emergencia— y la inexistencia de gradas eléctricas y ascensores. Podría aducirse que obedecen a desgastes normales de equipo, pero ahí radica precisamente el dolo implícito: se han contratado reparaciones cortoplacistas, a menudo bajo la figura de compra directa.

Con los casi seis años de Argueta fijo en el cargo, alguna de tantas necesidades crónicas debió quedar solucionada a través de contratos de servicio debidamente licitados. No obstante, las crisis de la instalación persisten y ahora se agudizan juntas, en un cuadro que tendrá que enfrentar la siguiente persona asignada para dirigir Aeronáutica Civil, quien deberá contar con el apoyo total del Ejecutivo para revertir un deterioro que bien merece deducción de responsabilidades por incumplimiento de funciones, para empezar.

La empresa que recibió la adjudicación de este contrato también deberá aclarar la razón por la cual entregó un equipo que no correspondía a las especificaciones requeridas y si hubo algún tipo de sugerencia o arreglo subrepticio. Se supone que esta clase de equipo se fabrica a medida, sobre todo si se pretende que tenga larga vida útil con el debido mantenimiento. Por otra parte, es urgente aclarar el asunto para poder proceder a la adquisición de gradas y ascensores nuevos, adecuados, funcionales y con garantía, porque el flujo de pasajeros continúa y máxime si se espera potenciar la industria turística guatemalteca.

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