CATALEJO

EEUU: mecanismos democráticos funcionaron

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Quien dude de los cambios tal vez profundos en la política estadounidense a causa de la derrota de Donald Trump el martes no quiere ver lo obvio. No se deben analizar desde la perspectiva de este resultado, sino del funcionamiento de una democracia madura, esta vez con más participación de electores.  Esto se debe al convencimiento de los votantes de poner su grano de arena, como dice la trillada frase, a fin de lograr cambios. Es posible estar de acuerdo o no con los cambios, pero sí con la seguridad de ser el resultado de la voluntad popular por numerosas razones.  Se puede interpretar, válidamente, como una actitud de admitir una equivocación hace dos años, ya sea la de no asistir a las urnas, o la de votar por disciplina partidaria, y no conocer realmente al díscolo magnate ocupante de la Oficina Oval.

Ciertamente, los índices económicos del país son mejores. Pero esta vez no funcionó el eslogan “es la economía, estúpido”, causante de la victoria de Bill Clinton hace 26 años. Ahora, otro elemento fue fundamental —aunque inconsciente, tal vez— “es su estilo, Mr. Trump”, en el ejercicio de una presidencia convertida por él en cuasi imperial, basada en la comunicación veloz e irreflexiva con tuits. A los ciudadanos de cualquier país les interesa tener en la presidencia a alguien de quien no haya motivo de estupor: la persona debe aprender a ejercer el papel presidencial, donde no pueden estar incluidos los exabruptos ni las satanizaciones de grupos de cualquier tipo, religioso-étnico, por ejemplo. Entonces el voto de castigo no está dirigido solo a las acciones, sino también y en especial a la persona, al ser humano.

Aunque puede no ser tan evidente, la hostilidad contra la prensa independiente de las ideas republicanas es otro factor. De este tema, el último ejemplo es el del altercado del miércoles con un reportero de CNN, a quien el presidente se permitió insultar y calificar de vergüenza para esa cadena y de persona terrible. El reportero, ante esa evidente falta de respeto personal, producto de la ira, pudo haberle respondido en la misma forma al señalarlo como un mal presidente y una vergüenza para los votantes. Por fortuna no ocurrió. Y cuando el reportero siguiente intentó defender a su colega, le fue quitado el micrófono mientras la portavoz presidencial se reía. Esto me huele a un país tercermundista. Lo menciono porque es el más reciente encontronazo con los “enemigos del pueblo”, frase más coherente con Ortega, Correa o Maduro.

Para Centroamérica, el resultado puede provocar cambios lo suficientemente fuertes para marcar diferencias en la ahora alicaída lucha contra la corrupción. Nadie en su sano juicio, por estrategia para mantener su carrera política, apoyará en el Congreso a quienes desean y sueñan con eliminarla, en base al apoyo obtenido en la Casa Blanca por conexiones y razones político-religiosas. Algunos ya empezaron en Washington: la petición a los demócratas de actuar juntos en beneficio del país, o la felicitación a quien ahora encabezará el Congreso, en una frase sobre la cual debió aclarar no ser sarcasmo. Los elementos fundamentales de la lucha anticorrupción no cambian, como no cambiarán las acusaciones de corruptos a los politiqueros y mucha otra gente.

A mi juicio, lo más importante del resultado de las elecciones es la comprobación de la madurez del sistema, con dos partidos solidificados por el paso de décadas, cada uno con facciones distintas dentro de una línea general de pensamiento, de donde surgen los calificativos de conservadores, liberales e intermedios. Estos últimos por lo general son quienes marcan el rumbo y sus números solamente aumentan cuando se ven de alguna manera amenazados, esta vez respecto a los valores tradicionales. A pesar de sus errores, Trump acepta ese veredicto y especialmente lo hacen los moderados de su partido, preocupados por los cambios coincidentes con el aumento de minorías o de mujeres. Aunque no fue su propósito, todo este asunto da una demostración de funcionamiento democrático.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.