EDITORIAL

Efecto de discurso muy confrontativo

Prensa Libre rechaza la acción de gente encapuchada que ayer, poco antes del mediodía, cuando estaba cerca la manifestación de seguidores del oscuro dirigente sindical Joviel Acevedo, fue pintarrajeada la pared frontal de nuestro edificio con rótulos insultantes a la prensa nacional. Al mismo tiempo, considera que este tipo de vandalismo es consecuencia de una de las frases del discurso presidencial difundido el domingo.

En efecto, el presidente Pérez Molina hizo un llamado a que se manifieste “esa Guatemala profunda, las organizaciones sociales, esa Guatemala rural”. Es necesario señalar que los hechores estaban, de hecho, protegidos por motoristas que les permitieron escapar apresuradamente.

Lo ocurrido constituye una acción que aunque no haya sido ordenada por el Gobierno, sí puede ser percibida como tal. Mientras eso sucedía, la ex vicepresidenta Roxana Baldetti escribía padrenuestros en hojas de papel cuando escuchaba las grabaciones que la comprometen tanto a ella como al presidente Otto Pérez Molina, que cada vez enfrenta más exigencias de dejar el puesto que debe entregar el 14 de enero próximo.

El llamamiento a personas de los departamentos a “defender la incipiente democracia” guatemalteca constituye una decisión que puede tener efectos potencialmente graves. Grupos no controlados por el Gobierno pueden comenzar a cometer actos violentos que echen por tierra la actitud cien por ciento pacífica y cívica que han tenido las manifestaciones iniciadas en abril pasado, por lo que la forma de participación ciudadana en esta crisis político-institucional ha convertido este capítulo histórico en ejemplo para el continente americano.

Ciertamente, la calma ha sido el marco en que se ha desarrollado la confrontación entre las autoridades gubernativas y los sectores de la población. Las críticas verbales han sido manifestadas en el marco de una emisión del pensamiento libre pero dentro de los cánones legales. Los pobladores participantes no han hecho pintas ni causado daños, pero los encapuchados de ayer demuestran que a alguien, incluido el Gobierno, le interesa que de alguna manera se salga de control el malestar ciudadano.

En vista de la petición presidencial del domingo, poco meditada y potencialmente peligrosa, es momento de exigir que se mantengan las instrucciones a las fuerzas de seguridad de no saltarse las bardas en su acciones. No ha habido represión porque tampoco ha habido motivo para aplicarla. La batalla entonces debe seguirse librando en varios campos: la expresión popular en las calles, así como en los comentarios de analistas de la realidad nacional, en editoriales y columnas de toda clase publicados en la prensa escrita.

La presencia de grupos como los de ayer solo demuestra que el Gobierno se siente débil ante la expresión popular no comprometida ni tampoco comercializada. El mandatario debe ahora utilizar su influencia para que el Congreso cumpla con su deber respecto del antejuicio. Es la única forma en que puede dar las explicaciones que le permitan escapar del pantano de evidencias contrarias en las que se encuentra ahora, en el cual parece hundirse cada vez más.

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