IDEAS

El cartel partidocrático

Las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) propuestas fortalecen el cartel de los partidos políticos en lugar de abrir el proceso electoral a la competencia. Mientras el proceso no se abra a la competencia, seguiremos teniendo resultados similares a los que tenemos actualmente. No se le puede pedir peras al olmo. Y el olmo no va a cambiar sensiblemente con las actuales reformas.

Hay que entender el sistema electoral actual como lo que verdaderamente es: un sistema proteccionista que busca afianzar al statu quo y evitarle competencia nueva. No nos engañemos, si lo que de verdad se quiere es que lleguen mejores personas al ejercicio del poder, hay que abrir el sistema, no cerrarlo.

¿Cómo evita el actual sistema y el propuesto la competencia? A través de las barreras de entrada, es decir, haciendo que sea muy difícil poder entrar a competir contra quienes ya están dentro. Este es un efecto secundario de esa veneración que se hace de los partidos políticos, estableciéndoles como el único vehículo para acceder al ejercicio del poder. Las barreras de entrada las constituyen requisitos como el número de afiliados y las ubicaciones geográficas.

Mientras más altos sean los requisitos, menos competencia habrá. En las actuales reformas se incrementan esas barreras de entrada, lo que equivale a más proteccionismo.

Aunque en las reformas propuestas se les da un poco más de espacio a los comités cívicos, al permitirles proponer candidatos a diputados, se les restringe lo que pueden gastar y su campo de acción. La visión no ha cambiado, el sistema está diseñado para beneficiar al cartel de politiqueros, no para beneficiar a la ciudadanía. Lo que hay que buscar es que cualquier persona que lo desee pueda lanzarse a un cargo público, sin necesidad de depender de la venia del cartel de los politiqueros.

Otra barrera a la competencia que ni siquiera voltearon a ver con estas reformas es la elección a través de listas y no individualmente.

Este es uno de los principales problemas de fondo, ya que obliga a los electores a votar por un partido y no por un candidato. Nuevamente, esto fomenta la veneración a los partidos políticos. Lo que es más, de este mismo problema surge el absurdo debate sobre el “transfuguismo”.

El transfuguismo actualmente lo consideran algunos como un problema básicamente porque la gente es obligada a votar por los partidos y no por las personas. Si se elimina esa barrera y las personas pudieran votar directamente por el candidato de su preferencia, el concepto del transfuguismo pierde completamente sentido. Y en todo caso, las reformas actuales no lo eliminan, sino solo lo aplazan.

Mientras no entendamos las raíces del sistema corrupto que tenemos y las ataquemos, seguiremos perdiendo el tiempo en discusiones esotéricas sobre las consecuencias del sistema y los politiqueros seguirán mamando de la teta de los tributarios sin temor a que la competencia los obligue a cambiar. ¿Usted realmente cree que cambiando de lugar unas ramitas el olmo se convertirá en peral?

Fb/jjliber

ESCRITO POR:

Jorge Jacobs

Empresario. Conductor de programas de opinión en Libertópolis. Analista del servicio Analyze. Fue director ejecutivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES).