EDITORIAL

El poder desnuda a los inescrupulosos

Sentencia Moisés Naim, en El fin del poder, que en la actualidad “El poder es cada vez más fácil de obtener, más difícil de utilizar y más fácil de perder”. Tan demoledora afirmación encuentra una comprobación concreta en el actual escenario político guatemalteco, donde aquellos que lo alcanzan sucumben a las veleidades y pasan a la historia con una enorme carga de vergüenza, con lo cual no solo evidencian que no estaban preparados para ejercer la potestad del Estado, sino que aviesos fines motivaron todo objetivo.

La semana concluye con una nueva y patética muestra de ese revelador efecto sobre los políticos en cargos públicos. En una sospechosa combinación de eventos, el pasado jueves, el partido Líder manipuló la presencia de sus diputados en el hemiciclo para aprobar convenientemente iniciativas intrascendentes y en el momento clave hizo que algunos votos determinantes desaparecieran para imposibilitar la aprobación de una investigación judicial en contra del presidente Otto Pérez Molina, pese a que en apariencia votaron a favor de levantar la inmunidad.

Por la tarde de ese mismo jueves, se supo que la Corte de Constitucionalidad, por tres votos contra dos, había también respaldado la solicitud de los lideristas de declarar ilegales las dos primeras lecturas de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, por lo que el proceso regresa a cero, pero para intentar dar otra impresión falsa votaron a favor de los cambios que no hace más que estancarlos.

Estas son muestras suficientes que ayudan a explicar el porqué, en el campo político, que no es lo único que aborda Naim en su libro, de lo efímero e intrascendente que resulta el poder en manos de políticos inescrupulosos. También es oportuno explicar que en Guatemala el poder político ha sido copado por las ambiciones de empresarios arribistas que han hecho del Estado un consorcio de negocios oscuros.

Dice Naim que los poderosos de hoy ejercen un poder un tanto más limitado que sus antecesores, y ello cuando se refiere a personajes verdaderamente poderosos, como el gobernante de Estados Unidos, el Papa o los presidentes de grandes emporios, pero eso tiene una inmediata aplicación en nuestro caso, donde es claro que también los mandatarios ya no ejercen el mismo poder de antes ni sus abusos pasan desapercibidos, como también solía ocurrir hace pocos años.

Buena parte de eso ha ocurrido por un cambio esencial en la demografía, y es el ascenso a buena parte de las decisiones por parte de las mujeres y los jóvenes, que como ha sido patente en Guatemala, han tenido mucho que ver con ese debilitamiento de la hegemonía tradicional.

Por supuesto que, en el caso de Guatemala, buena parte de ese cambio al que asistimos tiene que ver con uno de los peores flagelos que afectan a los pobladores, la corrupción, que junto a la inseguridad y la pobreza se convierten en los más poderosos impulsores de una transformación que apenas empieza y sobre la cual los políticos tradicionales se resisten a tomar nota, lo cual, sin duda, les pasará la factura.

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