A CONTRALUZ

El rastro del dinero

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LOS CASOS COOPTACIÓN DEL ESTADO y la Cooperacha revelan en toda su magnitud la descomposición del sistema político guatemalteco y dejan ver en forma descarnada hasta dónde el dinero dominó la política. El incipiente proceso democratizador que surgió en los años ochenta, luego de los regímenes militares, se pervirtió y dio lugar a un rápido proceso de corrupción porque la dirigencia partidaria en lugar de profundizar en el ideario político-ideológico encontró una salida fácil. La clase política surgida al vapor entendió que democracia equivalía a ganar las elecciones a cualquier precio. Pérez Molina y Baldetti se han convertido en el principal referente de esa partidocracia rentista, pero ellos lo único que hicieron fue perfeccionar las estructuras y métodos que ya existían, los cuales les permitieron financiar de manera ilícita su campaña electoral y enriquecerse a manos llenas.

NO ESTAMOS SOLOS FRENTE a un sistema perverso conformado por políticos. Tras las estructuras criminales hay que seguir el rastro del dinero que nos lleva a todo un andamiaje integrado por banqueros, comerciantes, constructores, sindicalistas, académicos y un rosario de personas e instituciones que perfilan una sociedad permeada por la corrupción. Frente a nosotros está la plana mayor del PP engrilletada, pero ellos pudieron actuar porque existía una maquinaria aceitada que permitía la corrupción a gran escala y que sigue ahí lista para el próximo cliente político.

ESAS REDES CRIMINALES de cuello blanco surgieron a partir de una grave falla del sistema político que no previó mecanismos de control, principalmente del financiamiento privado. Según Zovatto (2003), este fenómeno se acrecienta por la necesidad de impulsar campañas electorales costosas con una partidocracia afincada en el pragmatismo que no se inmuta para abrir la puerta al financiamiento ilegal de grandes grupos económicos, proveedores del Estado y crimen organizado. En esa danza millonaria no hay santos inocentes. Los políticos saben que tienen un producto altamente rentable: el poder, y los empresarios ven su aporte como una inversión que redituará ganancias por la vía de contratos leoninos en el Estado.

ES IMPORTANTE CASTIGAR a los corruptos para sentar un precedente, pero lo realmente fundamental es encontrar la forma de reducir la influencia del dinero en la política. Esa influencia que llevó a que el monopolio televisivo de Ángel González se convirtiera en el elector y dueño del circo proselitista, y que las farmacéuticas y las constructoras encontraran el camino fácil del enriquecimiento. Los proveedores aportan a la campaña electoral, sin importar si ese dinero se destina para ese fin o se lo embolsan los candidatos, ya que el financiamiento garantiza contratos públicos, exención de impuestos, ampliación de usufructos o influencia directa en las políticas del gobierno, como el caso del Cacif, que mantenía reuniones semanales con Pérez Molina.

DE POCO SERVIRÍA CONDENAR a los corruptos si el sistema político pervertido no se combate. Las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos aprobadas no garantizan el quiebre de esas estructuras criminales, por lo que es importante profundizarlas. La institucionalidad democrática requiere establecer reglas y controles sobre el financiamiento privado de la política, porque es este el camino torcido que lleva luego al clientelismo, al corporativismo y a la cooptación del Estado por redes mafiosas que asumen forma de partido político.

@hshetemul

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.