EDITORIAL

Guatemala pierde otro valor

El deceso de uno de los grandes maestros de la plástica nacional, Rolando Ixquiac Xicará, trae a colación la debacle en la que sucesivos gobiernos han mantenido la educación artística en el país.

Pese a que Guatemala es una nación de enorme talento estético en diversos órdenes, el apoyo a la formación creativa es más bien marginal, sujeto a limitaciones presupuestarias, conveniencias políticas y hasta a la ignorancia de diversas figuras que desfilan por el Ejecutivo; bastaría con desmenuzar cómo y en qué se gasta el presupuesto asignado a la cartera respectiva.

Prueba de esta estulticia que puebla los mundillos gubernamentales y que hacen un enorme estorbo al surgimiento de nuevos talentos fue la revelación que hiciera esta semana una testigo del caso Agua Mágica, en el cual figura como señalada la exvicepresidenta Roxana Baldetti.

En la declaración claramente se describió cómo Baldetti le quitó Q1 millón asignado a la Escuela Nacional de Artes Plásticas para trasladarlo al fraudulento, vacuo y grotesco proyecto de falsa limpieza del Lago de Amatitlán: toda una metáfora de los criterios obtusos con los cuales se suele adjudicar, quitar o privar de fondos a entidades culturales, abusos que se repiten con demasiada frecuencia.

No es extraña esta conducta de funcionarios venales, diletantes y casados con agendas concentradas en sacar partido de contratos, aprovechar compadrazgos y recuperar con creces las inversiones electoreras.

Lamentable visión de lo cultural desde la óptica del Estado, pero que la diatriba no desvíe la intención de este escrito en el cual se busca exaltar, revalorar y dar su justa dimensión, dentro de la historia nacional, de los creadores visuales.

Ixquiac Xicará presentó esa visión de ojos privilegiados que logran ver lo que otros no consiguen atisbar; son manos prodigiosas que crean nuevos universos a partir de los elementos identitarios de esta sufrida nación.

Desarrolló toda una fusión de símbolos entremezclados con un criterio surrealista, con ciertos elementos figurativos que constituyeron toda una exposición de sueños y realidades, de personajes ficticios dentro de los cuales había simpáticos detalles de cotidianidad popular, pero a la vez sombras y nebulosas más bien cercanas a los círculos del poder. Su pintura no pretendió ser política o panfletaria, pero ningún artista serio guatemalteco ha podido dejar de lado la dramática evolución de la identidad de esta nación.

Reconocido en círculos intelectuales y creativos, nacionales e internacionales, Ixquiac Xicará sigue siendo, lamentablemente, un desconocido para grandes sectores. Pero no es el único creador cuya obra es insuficientemente difundida, expuesta y exaltada por un aparato estatal sumido en las pugnas politiqueras, las improvisaciones de burócratas advenedizos y el analfabetismo estético que conduce a aberraciones como querer utilizar como metáfora, totalmente inapropiada e inoportuna, dentro de un discurso oficial, una supuesta homofonía de la palabra Salomón con salmón.

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