Otra joya amenazada

Si bien es cierto que en el caso de Petén las causas del crecimiento de ese lecho lacustre son, en principio, naturales, también hay que recordar que el impacto de los conglomerados humanos en sus riberas ha aumentado exponencialmente. De hecho, el bloqueo del resumidero donde el Petén Itzá desfoga tiene más causas humanas que puramente ambiental, pero aun así la reacción ha sido lenta, pues todavía se esperan nuevos estudios para desbloquear la sedimentación.

Sin embargo, para quienes no debe haber tiempo que perder es para los comerciantes y pobladores de las riberas, pues son las primeras víctimas de las consecuencias de este fenómeno que ya ha anegado la famosa Calle de las Mesitas, en donde otrora disfrutaban del atardecer petenero decenas de visitantes, nacionales y extranjeros, que hoy se han alejado por el triste espectáculo que se observa en el lugar.

Baste recordar que los desastres ecológicos en el territorio nacional pueden estar sobreanunciados, que si la naturaleza desata su furia puede ser cuestión de horas para que se consuma la tragedia, pues nunca han existido los recursos necesarios ni la disposición de la burocracia para aliviar esas penurias, como ocurrió en el Lago de Amatitlán y está sucediendo en el de Atitlán, cuyo deterioro parece indetenible, pese a los ofrecimientos del gobierno central y alcaldías circundantes, que poco han hecho para revertir el daño.

El cuidado del ambiente siempre ha sido una cenicienta en las agendas de los gobernantes, pues se invierte demasiado poco en la prevención y tan solo se encienden las alarmas cuando el deterioro es evidente. La tragedia no solo ocurre con los lagos, sino también con los ríos, en los cuales diversas industrias y comunidades arrojan sus desechos, sin importarles que corriente abajo se asienten comunidades que dependen de los mismos para surtirse del líquido o como fuentes de alimento, a través de la pesca.

El informe de la Situación de los Recursos Hídricos en Centroamérica (2011) señalaba la necesidad de priorizar el cuidado de los cuerpos de agua con una ley específica, pues hay normas dispersas que se traslapan e incluso se contradicen, lo cual dificulta su puesta en práctica. Ello solo será posible cuando se tenga voluntad política y plena conciencia entre autoridades nacionales y municipales para invertir en la protección y conservación del agua, sobre todo en donde existen comunidades que están alrededor de lagos que constituyen joyas en riesgo de ser robadas por la indiferencia.

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