SI ME PERMITE

Juventud, puente entre la infancia y el adulto

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“La juventud es la edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad, y de la viveza, de la imaginación y el ímpetu”. José Martí

Hoy que es el Día de la Juventud, es bueno reflexionar en lo que entendemos y cómo percibimos la idea de la juventud. Claro, se respeta a aquellos que toda la vida se consideran jóvenes, si bien difícilmente pueden funcionar como tales y también poco se les nota.

En verdad pensamos que la juventud es un estado intermedio entre los años de la niñez que hemos vivido, no importando su diversidad y lo accidentado que puedan haber sido. Entramos a la juventud para que esta nos introduzca a la etapa de madurez o bien el estado de adultos, en los cuales no solo debemos ser productivos, sino mayormente ser personas responsables de nuestros actos y no tanto teniendo que depender de nuestros mayores para poder lograr nuestras metas.

Este cruce de las dos etapas de la vida, la inicial y la final, debe cuidarse, para que las relaciones que cultivamos o las amistades que escogemos puedan ser propositivamente útiles para que el resto de la vida no estemos lamentando nuestro estado porque en ningún momento podemos regresar para poder enmendar o cambiar lo que en la juventud hicimos o escogimos ser.

Es incomprensible tener que regresar y cambiar nuestra profesión porque a la verdad no nos sentimos logrados en ella, esta nos acompañará el resto de la vida, nos ocupemos en ella o no. Y como esto, en muchas otras cosas también.

Cuando entendemos que la juventud es un tiempo de transición, esto nos indica que se está renunciando a muchas cosas de lo que hemos vivido en el pasado, tanto en la intensidad de la relación como también en las cosas que disfrutamos. Claro está que podrá ser parte de nuestros recuerdos y eso nos dará el empuje para ir a las metas que nos trazamos.

Es muy importante en todos los gustos y placeres que la juventud nos trae, centrarnos en las metas que nos proponemos como adultos, porque en ellos ocuparemos el resto de la vida y, sin lugar a duda, muchísimas veces haremos referencia a los años de la juventud, pero si somos sabios en sepultar las fantasías de la juventud que vivimos, podrán servir como abono a la vida de adultos, para darnos equilibrio y sobriedad, sabiendo atender nuestro deber en cada una de sus esferas con prudencia y claridad.

Nunca se pierde el hecho de que el espejo nos recuerda lo que ya no nos queda de la juventud, pero ello no es para lamentar, sino para saber enfrentar hacia dónde vamos, para que, con la claridad debida, avancemos y podamos así evitar sorpresas desagradables que la vida tiene.

Más bien manejar la flexibilidad necesaria que adquirimos en los años de la juventud para que nuestra vida sea no solo productiva, sino también gratificante para nosotros, y así también para los que conviven con nosotros.

El mejor remedio que podemos usar en los años de la juventud es observar a los que antes de nosotros fueron jóvenes y la vida que llevan para aprender cómo orientar nuestra vida para modelar al perfil de los mejores ejemplos y, claro está, evitando los modelos que son lamentables a toda vista.

Recordando que mañana seremos observados por los que vienen de cómo proyectamos nuestra vida para los años de adultos. El reto es constante y se maneja en la individualidad absoluta.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.

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