EDITORIAL

La brutalidad de los intolerantes

Cuando ocurren ataques como el perpetrado ayer en Bruselas, Bélgica, el corazón de la Unión Europea, no puede más que condenarse la bestialidad con que actúan los grupos terroristas que durante la última década, bajo el nombre de Estado Islámico, han golpeado a las principales capitales del mundo occidental, en un estéril intento por validar sus oscuras creencias.

Guatemala se suma a las expresiones de repudio y condena contra los autores intelectuales y materiales de tan abominable acción, sobre todo porque entre los heridos se encuentran cuatro connacionales que se hallaban en el principal aeropuerto de la capital belga cuando fueron detonadas maletas cargadas con explosivos.

Por primera vez, ciudadanos guatemaltecos se cuentan entre las víctimas del terror yihadista, que con sus acciones ha declarado una guerra contra los sistemas democráticos del mundo y por eso es que merecen respaldo total las palabras pronunciadas ayer por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien calificó de “despreciables” tales ataques, que hasta anoche habían dejado 34 muertos.

Esas manifestaciones demenciales han sido mundialmente condenadas por los principales líderes del mundo libre, porque constituyen una amenaza contra la civilización y sus valores, pues estos desalmados, que enarbolan un pretexto religioso, buscan abolir cualquier tipo de libertad o de creencia, algo que otros grupos, auténticamente musulmanes, no avalan ni apoyan.

“El horror es tan ilimitado como la determinación para vencer al terrorismo”, sentenció también la jefa del gobierno alemán, Ángela Merkel, quien se sumó a la ola de repudio mundial por estos nuevos atentados que vuelven a dejar víctimas civiles inocentes.

Solo en mentes enfermas puede concebirse que vidas totalmente ajenas a cualquier rivalidad sean sacrificadas en nombre de creencias radicales que están alejadas de cualquier idea de civilización, y eso también debe combatirse de manera frontal y sin tregua, para que estos grupos tengan también la convicción de que su cruzada de terror no puede tener éxito.

Están condenados al fracaso los extremistas que pretenden imponer sus ideas a base de terror, y ningún gobierno puede respaldar esas atrocidades que cobran vidas inocentes, y por eso es que toda persecución debe ir incluso en contra de quienes puedan albergar a cualquiera de estos terroristas.

El mundo ya ha pagado un alto precio por el descabellado proceder de estas mentes enfermas que quieren aprovechar la comunicación instantánea de la actualidad para crear miedo, pero en lugar de ello solo consiguen aumentar la indignación, desacreditar todavía más sus burdos ideales y unir a la gente de bien en su contra.

Los principios políticos y democráticos, el respeto a las creencias y a la libertad que Europa irradia al resto del mundo no pueden ser vencidos por la brutalidad de los intolerantes, mucho menos con acciones de barbarie que lo único que pueden lograr es que el mundo unifique esfuerzos para contrarrestar esos actos de terror, que son una vergüenza para la humanidad.

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