EDITORIAL

Las raíces de un reto postergado

La miseria moral es la base en la que desde hace muchos años descansan los cimientos de la institucionalidad guatemalteca. A ello se debe su disfuncionalidad, enormes rezagos y facilidad con la que las mafias se han apoderado de las más importantes entidades, hasta llevarlas a su virtual inoperancia o a convertirlas en antros de perversidad desde donde se multiplican los esfuerzos para frenar cualquier posibilidad de cambio.

Esto no ocurre solo con las entidades públicas, sino es un mal de generalizado padecimiento en la sociedad. Por eso, ante los modestos avances de la justicia se estremecieron anquilosadas estructuras, hasta unir a sectores en torno a uno de los gobiernos más impopulares, aunque las caras más visibles de esa mascarada incurren con demasiada frecuencia en acciones preocupantes.

Los hechos más recientes tienen como telón de fondo ese rasgo cultural que carcome las entrañas de la democracia guatemalteca y la descomposición de un sistema agonizante encontró en un grupo de sindicados de corrupción a los mejores aliados a los cuales se les podría brindar un decidido apoyo y recursos millonarios, no tanto para defenderlos, sino para ponerlos al frente de un movimiento que de fracasar podría alcanzar a muchos más.

Eso ha costado millonarios recursos y la tarea no ha sido fácil, porque por primera vez la estulticia gubernamental se lleva todo el protagonismo y los constantes dislates del primer mandatario han puesto en apuros la estrategia, al extremo de acrecentar el deterioro en la imagen que la población percibe de los organismos de poder.

El último de estos episodios ocurrió el miércoles, cuando una pregunta hecha al presidente Jimmy Morales sobre si respetaría los fallos de la Corte de Constitucionalidad derivó en otra respuesta hilarante para intentar evadir el tema, pero volvió a alimentar la polémica cuando quiso parafrasear al científico italiano renacentista y declaró: “A Galileo Galilei le dijeron que no dijera que la Tierra se movía. Entonces, él dijo: La Tierra no se mueve, pero se mueve. Así queda la respuesta”. Irónicamente, existen algunas dudas sobre la certeza de esa frase y, en todo caso, dónde la habría pronunciado el científico.

Es penoso que de nuevo el mandatario se rehúse a esclarecer su auténtica postura sobre los fallos y aclaraciones que recientemente emitió la CC respecto al regreso de Iván Velásquez, aunque también se percibe cierto temor de enfrentar mayores riesgos por un desafío que tiene al gobierno al filo de la ilegalidad.

Jimmy Morales se convirtió en el primer presidente en asumir el cargo tras destaparse de manera frontal grandes casos de corrupción que sotto voce se sabía que distorsionaban el servicio público, pero no quiso, no supo o no pudo encarar el reto histórico que deberá reemprender el siguiente gobierno.

La corrupción en nuestro medio llegó a ser la expresión más cruda de un modelo de gestión insostenible. Los casos en tribunales evidencian que no es un problema solo de los políticos ni de unos cuantos cómplices, sino, por desgracia, de un generalizado relajamiento de la moral y del adormecimiento de entidades llamadas a evitar el abuso generalizado que alguien deberá encarar.

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