CATALEJO

Los accidentes son provocados

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AL HABLAR DE ACCIDENTES, muchas veces se olvida un factor fundamental: casi nunca son producto de la mala suerte, sino resultado de una serie de hechos previos provocados por acciones humanas equivocadas, por decir lo mínimo. Cuando alguien se estrella contra un automóvil, no es accidente si se presentan algunas características como manejar ebrio, hacerlo a excesiva velocidad, no tener el carro en condiciones técnicas adecuadas. Esto es así aun en el caso de quien resulta ser víctima de la irresponsabilidad de alguien más. Es cuestión de tiempo, de oportunidad. Dentro de este tipo de sucesos se incluyen las llamadas tragedias naturales, pero en realidad evidentemente tampoco se trata de accidentes, ni de mala suerte.

EL TEMA VIENE AL CASO al analizar las tragedias provocadas por las lluvias en los asentamientos donde son construidas casas en abierto desafío a la naturaleza. Cada año trae su invierno, y con ello la certeza de más muertes. Todos lloramos o nos afligimos al enterarnos de las pérdidas de tantas vidas, sobre todo porque casi siempre ocurren en la mitad de la noche, cuando las casas construidas con materiales inadecuados en lugares peligrosos se convierten en verdaderas trampas de donde es imposible salir a tiempo. Por aparte, existe en el país un verdadero y generalizado analfabetismo sobre la seguridad, y todos confían en su buena suerte para no perecer o ver morir a sus hijos, padres, hermanos y otros seres queridos.

LOS DATOS OFICIALES DAN cuenta de trescientos tres lugares de alto riesgo dentro del área metropolitana, donde se encuentran esas trampas mortales potenciales. No parece haber manera de convencer del peligro a quienes, obligados por circunstancias económicas y falta de mejor lugar donde medio vivir, prefieren arriesgar su vida 24 horas al día, 365 días del año. No hay forma de lograr una acción del Estado para desalojar a estas personas como la única forma de salvarles la vida de tragedias de las cuales no se sabe cuándo van a ocurrir y cuán serias serán.

MUCHOS DE ESTOS CEMENTERIOS en potencia son creados en áreas anteriormente calificadas de “verdes”, por la presencia de árboles. Es el caso de todas las laderas de casi todos los barrancos situados en la ciudad y sus alrededores. Por lo general, la llegada de estos pobladores se debe a darles la oportunidad de estar cerca de sus trabajos y/o de no verse obligados a pasar muchas horas el los autobuses, con el consiguiente gasto en transporte. Se trata de un problema cuyas raíces se afianzan en situaciones como el aumento desmesurado de la población, la macrocefalia citadina, la falta de oportunidades en los departamentos, y así un prolongado etcétera. Las tragedias son en realidad el efecto de muchas de las características del subdesarrollo.

PERO CUANDO SE ANALIZA a profundidad estos temas, sale a la superficie la responsabilidad de las autoridades cuando los asentamientos reciben luz eléctrica, agua y otros servicios o títulos de propiedad, porque todo ello abona a favor de la permanencia y del peligro. Los invasores obtienen así una falsa sensación de seguridad y olvidan el peligro. A las lluvias, los deslizamientos, las grietas, no les importa si un papel municipal otorga la propiedad, ni si hay luz. Esas bondades se convierten en maldad. Luego llegan las lágrimas, y cuando se secan, comienza la reconstrucción y la garantía de nuevos sollozos. Se debe luchar por convencer a las potenciales víctimas del riesgo, cuya única forma de evitarlo es no residir en esos lugares.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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