EDITORIAL

Los números de Pérez y Baldetti

Hoy, la publicación de los resultados de la primera encuesta 2015 de este periódico se refiere al tema que provoca enorme mayor interés de los ciudadanos, es decir, cómo se encuentra la aceptación del gobierno actual, y especialmente del presidente Otto Pérez Molina y la vicepresidenta Roxana Baldetti. Se confirma el mal momento, y debido a ello los números obtenidos solo sirven para comprobar el ya evidente nivel de desencanto popular.

En general, el Gobierno se encuentra en situación precaria. Solamente el 18% cree que las cosas en Guatemala han mejorado. El nivel de quienes piensan que se han deteriorado se duplicó entre el índice que tenía a cien días de gestión, al 58% actual. También, por primer vez en esta administración, el grado de optimismo es negativo, es decir hay más gentes que opinan que en el futuro el país estará peor.

El porcentaje de personas que afirman haber sido víctimas de asaltos se ha mantenido casi igual (16%). En general, la aprobación del Gobierno bajó de 69% en el 2012 a 32%, y la caída se pronuncia más, 24 puntos, al compararla con la del año pasado, cuando tenía 56%. Hay también disminución en todas las 15 áreas de medición de la encuesta, y en las que recibe más críticas ciudadanas son aquellas referentes a lo económico y el combate de la corrupción.

El presidente Otto Pérez Molina disminuyó en un año 27 puntos en su gestión personal, y 28 en cuanto al cumplimiento de sus promesas de campaña. Solo tiene alta credibilidad en el 11% de la población, es decir que el 89% manifiesta un bajo o nulo nivel de credibilidad hacia sus discursos. Esto solo se puede interpretar como el resultado, no solo del desgaste natural en el ejercicio del poder, sino de una serie de acciones, algunas evidentes, que han causado molestia y rechazo poblacionales.

La vicepresidenta está en un lugar tan preocupante para ella, como le ocurre al mandatario. Su aprobación bajó 25 puntos respecto de hace un año, y está en 36%. Se debe indicar que ello ocurre incluso antes del terremoto político del mes pasado. Solo tiene alta credibilidad en el 14% de la población, lo que implica que no lo posee en el 86%. Es posible entonces derivar que el desgaste de ambos es muy similar ante los ojos ciudadanos, que ven en ellos una pareja de unidad política, que les provoca compartir los efectos negativos de los muchos errores, las promesas incumplidas y los señalamientos de corrupción.

Los números anteriormente mencionados también permiten medir una percepción popular, porque las encuestas muy rara vez dan sorpresas mayúsculas o inesperadas, sino más bien dimensionan la realidad de la situación que es medida.

Estos números también comprueban que la ciudadanía, aunque parece no preocuparse, molestarse ni fijarse en las acciones de los políticos, la verdad es que sí lo hace. Las encuestas y actividades como la manifestación reciente en la Plaza de la Constitución constituyen una prueba irrefutable, a nuestro juicio, de cómo es visto el manejo de la cosa pública.

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