EDITORIAL

Malos augurios sobre abuso de los políticos

Varios calificativos podrían aplicarse a la dirigencia política del país. Ninguno de ellos sería de reconocimiento, por supuesto, sino que todo lo contrario, abundarían los epítetos de descalificación, debido a sus constantes exabruptos, los cuales se vieron agudizados desde el inicio de la Semana Santa. Un despliegue inusitado de propaganda, principalmente de las agrupaciones partidarias que se autocalifican de punteras, se observó en las distintas rutas nacionales, que fueron mucho más allá del proselitismo.

El partido Líder fue uno de ellos y en una vergonzosa escena, junto a la agrupación Unidad Nacional de la Esperanza, osaron confundir religión con política al convertir alfombras procesionales en actos de propaganda, hechos que por supuesto fueron duramente criticados por la población. Una escena que debe ser repudiada porque se convierte en una extralimitación, no solo por el irrespeto a las autoridades electorales y, sobre todo, por la extralimitación con quienes debían pasar por ese lugar en cumplimiento de otra misión.

En esa transgresión constante a la norma electoral también participó el partido Patriota durante el feriado, repartiendo artículos y promoviendo los nombres de sus principales figuras, lo que constituye otra muestra del claro abuso en el que incurren desde hace meses estos pseudolíderes, que no parecen tener la menor conciencia de los excesos en los que incurren. Esto no hace más que agregar desagravios a un proceso que oficialmente todavía no arranca y que probablemente se convertirá en el descomunal circo de politiquería.

Ante esa constante burla, cabe preguntarse si los partidos políticos actúan de esa manera porque simplemente son presas de la inseguridad sobre sus propios proyectos partidarios o, más preocupante, porque se han acostumbrado a violentar cualquier normativa y han llegado al sinsentido de creerse superiores a cualquier ley o autoridad. Una conducta deplorable que debería cesar, pues esa falta de respeto también podría leerse de otra manera y esas connotaciones serían entonces mucho más preocupantes para el sistema.

Una de las mayores causas de preocupación es que estas muestras de inmadurez política ponen a prueba a las autoridades electorales, que no deberían dudar en aplicarles sanciones ejemplares, que deben ser más drásticas, pues pareciera que los castigos pecuniarios son los que menos les asustan. No se debe permitir que ningún aspirante a puestos de elección popular se ponga por encima de la ley, porque eso puede ser desastroso para la buena marcha del evento electoral que se avecina, que ya suficientes baches debe sortear.

Detrás de todo esto también existe una lectura que es la que más intranquiliza, y es que partidos políticos como Líder y Patriota estén tramando algo más peligroso y es desafiar a las autoridades electorales, pues podrían estar confiados en que otros órganos de poder del Estado puedan acompañarlos en ese quebrantamiento de las leyes y que por ello se atrevan a ser tan abiertamente descarados. Este claro desafío a las normas y las autoridades electorales no constituye ningún buen augurio para que las próximas elecciones generales concluyan satisfactoriamente y sobre eso también debe pronunciarse la sociedad.

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