La Navidad en el nuevo Baktún
Es posible encontrar un paralelismo de las dos fuentes de pensamiento citadas entre las condiciones que el ser humano debe llenar. Entre ellas se puede señalar el respeto a la naturaleza, en lo referente a la relación del hombre con la Creación, así como el valor del individuo como parte integrante de una comunidad que también debe ser considerada como una unidad. De allí surge la razón de valorar lo colectivo, sin abandonar el concepto de lo individual.
Es importante relacionar los conceptos de cambio integrados en la cosmovisión maya con los del pensamiento cristiano. Cada vez más dentro de la civilización occidental surgen voces que hablan de la necesidad impostergable de repensar los conceptos relacionados con el valor del individuo, al analizarlo como un integrante de su realidad.
Este tipo de pensamiento necesita ser despojado de los conceptos individualistas o colectivistas propios de corrientes de pensamiento en las cuales el factor económico tiende a convertirse en el único digno de tomarse en cuenta o, al menos, el que tiene mayor importancia dentro de un mundo que busca soluciones a situaciones inmediatas, tal vez urgentes, pero que pospone todo lo que realmente es importante.
Cuando se piensa con alguna profundidad —pero sin el elemento religioso, sino el humanista— en los conceptos cristianos de la bondad, de la paz y de la comprensión entre los hombres de buena voluntad y los unimos con la idea maya de que es el momento de un cambio de era con relación a sus entornos, en especial el humano, es posible darse cuenta de que la cosmogonía maya tiene una profundidad insospechada para la mente.
Como bien lo dijo uno de los más representativos de la comunidad maya guatemalteca: “Debemos generar un cambio mental para sentir, aprender y entender que todos los seres que habitamos la Madre Tierra somos hermanos”, un concepto que a pesar del avance en muchas ramas de la ciencia y de otras disciplinas sigue en deuda con un mundo que constantemente parece ir en contra de su propia existencia, como lo evidencian los constantes conflictos en diversos puntos del orbe, o más cerca, como nos lo recuerdan los despiadados delincuentes, a los que tampoco parece importarles la espiritualidad.
El mensaje del amor como eje principal de la actividad humana, básico en el cristianismo, al ser analizado desde la perspectiva propia de los mayas tiene una actualidad adicional en este tercer milenio de la era cristiana. Por eso es posible encontrar nuevas fuentes de bondad, de amor, de solidaridad humanas y, sobre todo, de hermandad, que es el fin último del mensaje iniciado por Cristo en lo que se convirtió en la más profunda revolución en la historia del pensamiento humano.