Necesario cambio en la Cancillería

Algunos movimientos varían según quien opina, pero la salida de Harold Caballeros del Ministerio de Relaciones Exteriores es tema coincidente en muchos análisis. Las críticas surgen porque cometió inexplicables errores y su agenda de trabajo pareció estar más orientada a promoción personal. Temas importantes para el país y el Gobierno recibieron menos atención y las pocas actuaciones correctas de ese ministerio fueron producto de la efectividad de los vicecancilleres, quienes cumplieron tareas del ministro.

Resalta entre las omisiones la pérdida del valioso primer año de gobierno para reformular una política en apoyo de la identidad del país ante la comunidad internacional. Hubo pasividad respecto del fortalecimiento de las políticas de apoyo al migrante guatemalteco y la búsqueda del estatuto de protección especial para los guatemaltecos residentes en Estados Unidos, un esfuerzo solo visible después del terremoto de San Marcos, pero activado por el presidente Otto Pérez. Debió haber sido realizado mucho antes, para terminar con la poca efectividad de las acciones de otros gobiernos.

Otro señalamiento se refiere a la ausencia de una iniciativa diplomática hacia China continental, para establecer algún tipo de relaciones con ese país, un mercado importantísimo para economías emergentes y generosamente geoposicionadas, como la de Guatemala. El reto es muy grande, porque ello se debe lograr sin detrimento de la soberanía guatemalteca y de las excelentes e históricas relaciones con Taiwán —generoso amigo del pueblo guatemalteco—, cuya agenda bilateral estáíntimamente ligada a la de Guatemala, y su actual dinámica diplomática con Beijing apunta a facilitar el acercamiento entre los tres pueblos.

Es otro error tan notable como el inadvertido papel de Guatemala en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o la ausencia de un plan para modificar la agenda de relaciones bilaterales con Estados Unidos. En cuanto a ese tema, es necesario mejorar la posición guatemalteca ante los departamentos de Estado y de Comercio, así como con el Congreso. Se ha hecho muy poco a pesar de que debieron ser temas prioritarios.

A lo señalado se puede agregar que a veces da la impresión de que el canciller piensa en su futuro político personal, sobre todo en cuanto a la posibilidad de aspirar a la Presidencia. Por esas razones, el presidente necesita decidir si lo mantiene. Cambiar a personas en los gabinetes no debe causar preocupación. Hay que decidirse a hacerlo y acatar el criterio de quienes en su calidad de conocedores no tienen duda de qué se debe hacer.

Quizás el presidente Pérez tenga duda sobre la decisión por tomar en el caso de la Cancillería; los ciudadanos al parecer ya están claros en el tema.

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