CATALEJO
Necesario deber de ser “ingrato”
AYER TUVE LA OPORTUnidad de sostener una conversación con el doctor Iván Velásquez, cabeza de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, con quien pude hacer un muy cordial cambio de impresiones al respecto de su trabajo y de la situación en general del país. Cuando se intercambian criterios con una persona seria, de pensamiento claro y de conceptos sólidos, siempre aparecen en el camino algunas frases dignas de un análisis posterior a la interpretación inmediata. Fueron tres. La primera, “el deber de la ingratitud”. El segundo, su comentario acerca de la judicialización de la política, y el tercero, su opinión sobre la “politización de la justicia”, estos dos últimos muy mencionados en los días precedentes.
ANALICÉ LA PRImera afirmación, no propia del comisionado de la Cicig, según expresó, y me di cuenta de la sólida base de lo expresado. La ingratitud es el olvido de los beneficios recibidos. En la interpretación del doctor Velásquez respecto a la política, estamos hablando, por un lado, de olvidar a quienes con su voto o su escogencia han otorgado un cargo público a alguien. Mantener la gratitud resulta ser igual a cometer una traición con el cumplimiento del deber, es decir, trabajar en beneficio de la colectividad por medio de la aplicación de la letra y del espíritu de la ley. La persona se debe a su cargo, independientemente de quién la escogió, eligió o colocó. En cambio, no es aceptable exigir trato especial para quien, por razón de su cargo, llevó a alguien a un puesto.
ESTA SEPARACIÓN ES DIfícil de entender para quienes deben decidirla y quienes se ven afectados. En países como Guatemala, el modo de ser de los habitantes provoca confusión, porque se considera traidor a quien no cumple con su tarea o con cualquier norma en beneficio de un familiar, amigo, correligionario, etc. Eso explica en parte la proliferación de la parentela en los cargos públicos de escogencia y de elección, con lo cual se crea una especie de constelaciones muy pronto convertidas en verdaderas prácticas de nepotismo crudo y puro. Se escoge a alguien porque es cercano. Antes se escogía porque había parecido ideológico, porque era “un compa”, porque era de “la promo”, y demás. Se sigue manteniendo esa nefasta tradición y los resultados de los problemas actuales están a la vista.
NO SE PUEDE HABLAR DE la “judicialización de la política”, cuando hay políticos involucrados en compromisos penales. Tampoco —dijo— se puede hablar de la judicialización de la religión o de la medicina, si se investiga a un sacerdote o un médico, respectivamente. Es correcto el criterio según el cual hay un interés en desviar negativamente el enfoque y se le califica como persecución política. Y al respecto de la politización de la justicia, el momento actual resulta ser una oportunidad para permitirles a quienes fueron instalados gracias a politizar la justicia, independizarse y liberarse de las ataduras. Esta acción les puede causar problemas serios, pero a cambio les garantiza un digno lugar en la historia de Guatemala.
LOS COMENTARIOS DEL doctor Velásquez tienen el beneficioso efecto colateral de ayudar a despertar la capacidad de análisis de los guatemaltecos. El lenguaje de los políticos tiende a ser ambiguo, a salirse del tema, pero cada vez más resulta ser menos efectivo para el engaño. La ciudadanía, a causa de los medios de comunicación electrónica instantánea al mundo entero y sobre todo al alcance de casi todos, está cercando a las mentiras, exageraciones y falsas rectificaciones o aclaraciones de los políticos, y, en general, de cualquier persona. Sigo pensando en la profundidad de la frase mencionada por el comisionado de la Cicig y por eso he decidido compartirla con los lectores, a quienes de seguro le será tan útil como a mí.