Neopentecostalismo

FRANCO MARTÍNEZ-MONT *

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 caracterizada por introducir la experiencia del bautismo en el espíritu y la espiritualidad pentecostal a sus respectivas iglesias, sin abandonarlas ni abrazar al pentecostalismo clásico. Las iglesias neopentecostales surgen a finales de la década de 1950 como una herramienta controladora del gobierno de Estados Unidos —polos contrainsurgentes en Latinoamérica— con la benevolencia de las oligarquías y facciones fascistoides de turno que modificaron el mapa religioso, alterando el statu quo de la Iglesia Católica y “cristianizando” los segmentos subalternos e incidiendo en la política.

Uno de los rasgos agresivos del neopentecostalismo es el fundamentalismo, sobre todo aquel afincado en la Teología de la Prosperidad, conjunto de discursos y prácticas que realizan ciertos grupos que arguyen que la prosperidad económica y el éxito en los negocios son una “evidencia externa” del favor de Dios. Algunos teleevangelizadores de este mercadeo religioso son Pat Robertson, Romildo Soares, Benny Hinn, Edir Macedo, Alejandro Martínez, Cash Luna, entre otros.

En nuestro país, el neopentecostalismo se inició con la Iglesia del Verbo en 1976, la Fraternidad Cristiana en 1978, El Shaddai en 1983 y Lluvias de Gracia en 1984. Entre 1976 —terremoto— y 1986 —transición democrática—, el neopentecostalismo tuvo un auge impresionante, llegando incluso a tener una influencia mágico-religiosa notable las iglesias del Verbo, Elim y El Shaddai durante los gobiernos de Efraín Ríos Montt (1982-83) y Jorge Serrano Elías (1991-93).

El caso del gobierno de facto del general Ríos Montt es paradigmático, por la intromisión en la toma de decisiones de la iglesia El Verbo, filial latinoamericana de la Gospel Outreach. Según el antropólogo estadounidense David Stoll, esta contaba con un séquito de asesores internacionales como el pastor argentino Luis Palau, quienes eran partidarios de la remilitarización de la ciudadanía vía las Patrullas de Autodefensa Civil, aldeas modelo y que bajo la mística de la confesión positiva y la guerra espiritual ejecutaron políticas de etnocidio, tierra arrasada y represión política a opositores.

Finalmente, las políticas del crecimiento neopentesctoal contrarrestaron los bastiones de la teología de la liberación, convirtiendo a América Central, en uno de los campos de batalla estratégicos en la lucha simbólica de la empresarialidad conservadora e intervencionismo yanqui, factor estabilizante que evitaría que las ricas reservas de petróleo y titanio de Guatemala cayeran en manos “comunistoides” y potenciaría el proyecto político de los militares.

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