CATALEJO
Ninguna posibilidad política funcionará
Es necesario olvidarse de la realidad del país, consecuencia de tantos factores negativos, para no ratificar la imposibilidad de lograr resultados diferentes en la conducción de la vida política nacional por la vía de partidos políticos si previamente no se dan cambios fundamentales en los procesos previos a las elecciones como en los períodos pertenecientes a los cuatrienios de gobierno. En un estudio realizado por Asíes y publicado ayer como principal texto de la edición dominical de Prensa Libre, esa entidad señala las posibilidades del escenario previo a los próximos comicios. Ninguna puede funcionar, por ser en cierta forma más de lo mismo, y porque no admite el origen real del problema: no hay partidos políticos en Guatemala.
Las posibilidades son: a) los mismos partidos; b) los mismos partidos con nuevos actores; c) nuevos partidos con nuevos actores, y d) nuevos partidos con actores reciclados. (Por cierto, aunque sin proponérselo, el uso de la palabra “actor”, resulta muy conveniente dadas las circunstancias actuales del país). Pensar en la posibilidad a) es una pesadilla, porque la actual decepción popular se debe a ellos. Las posibilidad b) ya fue comprobada, con fracaso total, como lo ejemplifica sobre todo el pintoresco grupo denominado FCN-Nación y su horda de tránsfugas y de actores cuya comicidad e ignorancia de la actividad política va más allá de la divulgación de mentiras y engaños. Esta posibilidad ya tiene precedentes, como el caso de la UNE y del Unionista.
Nuevos grupos partideros con politiqueros reciclados, ya son otra realidad, y por ello al mencionar esa opción es necesario señalarlo. Al naufragar Líder, cuyo sólo nombre causaba hilaridad, 18 de sus impresentables integrantes brincaron de inmediato al FCN con lo cual éste demostró ser más de lo mismo, con el agravante de haber basado su campaña de engaño a la ciudadanía precisamente en ser distintos y estar ajenos a la corrupción. Lo mismo ocurrió con el salto a la horda Movimiento Reformador, de los pertenecientes a la banda autodenominada Partido Patriota, y también de numerosos lideristas. No son los únicos casos y sólo los menciono aquí como un ejemplo del desastre actual del Congreso, provocado en parte por la superpoblación de diputados.
La posibilidad con alguna base es la c), nuevos partidos con nuevos participantes, pero para lograr algo nuevo se debe restringir de alguna manera la actual facilidad de fundar agrupaciones políticas. El espíritu de las leyes desde 1986 es el de facilitar la participación, pero ahora a causa de la proliferación de grupúsculos electoreros, es necesario poner orden con el fin de evitar la peor realidad de los “partidos” políticos actuales, y por tanto de los diputados. Me refiero a no representar a nadie y sobre todo no sentirse obligados a dar cuentas a los electores porque éstos, con toda razón, no se sienten representados y por ello solo afianzan su decepción al considerar a la política y llegar al poder como sinónimo de pillaje y de enriquecimiento vergonzoso.
Concuerdo con Asíes: existe hoy la oportunidad de recuperar la confianza en el Tribunal Supremo Electoral, llamado a aprovechar el indudable apoyo popular si actúa con decisión, valentía y sobre todo sentido histórico, como ha comenzado a hacer. La burda intentona de algunos diputados del Congreso para convertir al TSE en un lacayo, demuestra la necesidad de defender al país de este derrumbe político total. Las instituciones académicas necesitan unirse a esa lucha cívica, dejando a un lado la teoría para escoger la opción más defendible desde la corrección y la responsabilidad. La realidad es evidente: los actuales partidos usan a la democracia, aunque sea tan imperfecta, para destruirla y sobre todo desprestigiarla ante los ciudadanos.