CATALEJO

Noruega se aleja, pero colaborará

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HACE ALGUNOS DÍAS TUVE conocimiento de dos noticias respecto de la relación entre Noruega y Guatemala. La primera, el cierre de la embajada de ese pa��s nórdico y, la segunda, un donativo hecho por su nuevo gobierno para el funcionamiento de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.

AMBAS ME PARECEN POSITIVAS, porque terminan una etapa en la cual el régimen noruego cometió serias equivocaciones en la decisión de a quién entregarle el dinero de las donaciones a programas de desarrollo en este país, pero también a las fuentes de información revisadas y utilizadas para la redacción de los informes enviados a las autoridades de Oslo. Lo correcto será ahora continuar con apoyo contra la impunidad.

NORUEGA ES UN PAÍS a donde pocos guatemaltecos viajan como turistas, y menos aún emigran, pero de ellos conozco a dos: una excompañerita de primaria, quien con su esposo, ambos médicos, fueron a estudiar a Oslo y se quedaron. Y el otro, un exalumno de mi larga etapa en la cátedra universitaria, hace ya algunos años, quien se fue a vivir a la bella tierra de los fiordos. Una vez nada más he estado allí, y fue con motivo del quinto aniversario de la firma de los acuerdos de paz, es decir, en el 2001. Por haber llegado en diciembre, la recuerdo gris, con el color solo aportado por los brillantes tonos empleados en las casas. Nieve, aunque poca, y un paisaje uniforme de coníferas y con los tímidos rayos del poco brillante sol de invierno.

PUDE HABLAR CON VARIOS TIPOS de personas, tanto en Oslo como el Frederikstad, una pequeña ciudad cercana a la capital. En los países donde tengo oportunidad de ir, me gusta observar cómo actúan las personas, y lo hago para establecer comparaciones, muchas veces odiosas, como dice el dicho. Recuerdo haber sido invitado a un coctel a las 7 p.m. Llegué cinco minutos antes y me sorprendió ver cola de personas frente a la casa. La puerta, se abrió a las siete en punto. A las 9 en punto hizo una cola parecida, pero para despedir al anfitrión. En otra ocasión, detuve mi paso para atravesar la calle porque se acercaba un bus, y mi amable acompañante me dijo: “No se detenga. Ese autobús va a parar, sin duda alguna”. Y así fue.

EN MIS DIÁLOGOS CON LOS noruegos, acostumbrados a la posibilidad de ver pasar al rey montado en bicicleta, me di cuenta de la absoluta confianza reflejada al escuchar mis palabras. Es decir, una credulidad diametralmente opuesta a la común poca confianza guatemalteca en situaciones similares. Y deduje entonces cómo sería de fácil darles una versión desbalanceada de la realidad, lo cual comprobé cuando escuchaba hablar sobre una sociedad guatemalteca dividida, con cierta simpleza, entre los buenos mayas y los malos ladinos, y en la unidad de cada uno de estos grupos para luchar contra el otro. Todo era simple, sin recoveco alguno. Y decidieron colocarse en el lado de los “buenos”, en una tierra donde hay malos y peores.

TALVEZ POR ESA CAUSA nunca tuve oportunidad de hablar con alguno de los embajadores noruegos. Me hubiera gustado ayudarles a entender hechos sorprendentes para ellos, como el bajísimo apoyo indígena a la consulta de reforma a la Constitución. Pasados los años, los vientos políticos internos cambiaron y de seguro Noruega buscó otras fuentes de información. De seguro comprobaron el uso inadecuado de los fondos donados y de las actividades muchas veces divisionistas de los administradores, causantes de desprestigio al país escandinavo. Imagino una dosis de decepción y de molestia en la decisión noruega de retirarse, y aplaudo el cambio de intermediarios. La CICIG y el MP son una mejor apuesta, plausible y beneficiosa.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.