El mensaje de Washington
Los miles de niños que han viajado hacia aquel país en los últimos años, un verdadero éxodo en los últimos meses, han desatado una verdadera emergencia para el gobierno estadounidense, lo que ha desencadenado una serie de reacciones, empezando por la apresurada visita del vicemandatario de ese país a Guatemala. Es de suponer que más allá del protocolo diplomático y los buenos gestos para los medios de comunicación se habrá pasado a exigencias concretas para que nuestros gobiernos también cumplan con su tarea.
De hecho, durante la conferencia que Biden ofreció junto al presidente Otto Pérez Molina, el llamado fue a que, de manera conjunta, se enfrenten las causas fundamentales de ese flujo de migrantes, en las que destacan la pobreza, la inseguridad y la ausencia de un estado de Derecho, algo sobre lo que se ha insistido en distintos foros en Guatemala y que obviamente contribuiría a reducir esos altos flujos de centroamericanos que escapan de un desesperante modelo de vida.
Lejos de hacer concesiones, como lo había estado planteando el mandatario guatemalteco respecto de privilegiar la unificación familiar o la de que Estados Unidos evalúe otorgar un Estatuto de Protección Temporal, Biden fue enfático al afirmar: “Los niños van a ser tratados humanamente y con justicia en nuestro país antes de ser devueltos a Guatemala”. Lo cual echa por tierra cualquier pretensión de nuestra parte de que vaya a darse alguna consideración, sobre todo porque para la Casa Blanca ya implica un alto costo la atención de los miles de menores que están detenidos.
La misma ayuda que de inmediato ofreció ayer el gobierno de Estados Unidos puede resultar más rentable a la larga si se logra contener el éxodo, principalmente de centroamericanos, hacia suelo estadounidense, y más aún si estos migrantes son menores de edad que viajan en condiciones de alta vulnerabilidad, por el alto riesgo imperante en ese largo trayecto. Por ello es que
Washington apuesta a un pronto desembolso de ayuda para impulsar en estos países programas que apunten a reducir factores de riesgo y así evitar que los jóvenes se unan a las pandillas.
En principio, la ayuda anunciada por el gobierno estadounidense parece más bien modesta, pero en el fondo es tenderles la mano a naciones amigas que a su vez deben hacer grandes esfuerzos por reorientar también recursos propios para crear condiciones que hagan que menos compatriotas quieran o deban abandonar el país, debido principalmente a la pobreza y la inseguridad, todo lo cual se complica, ciertamente, cuando en el país es patética la debilidad del estado de Derecho.