EDITORIAL

Honduras ha dado un paso hacia atrás

Si las autoridades electorales hondureñas intentaron beneficiar al actual presidente Juan Orlando Hernández, cuya reelección por un margen mínimo parece inminente, le han causado un enorme daño no solo a él, sino al país entero, porque dicho triunfo se produciría después de un atraso de casi una semana en dar los resultados totales, con lo cual queda en duda la credibilidad de todo el sistema.

Es difícil explicar cómo después de no haberse atrevido a dar los datos a la hora estipulada el domingo, entre las 7 y las 10 de la noche, lo hicieron en las primeras horas del lunes con un dato que es la causa del actual desconcierto, pues con 57 por ciento de los votos el candidato de la alianza de izquierda, Salvador Nasralla, era quien encabezaba el escrutinio y luego todo se convirtió en una cadena de sorpresas.

Honduras vuelve a ser el reflejo de un país tercermundista, donde una camarilla de políticos, empresarios y funcionarios deshonestos se muestran capaces de manipular un proceso electoral con el único objetivo de enquistarse en el poder, lo cual es la principal causa de las violentas manifestaciones desatadas en los últimos días.

Hoy, el desprestigio sobre el Gobierno y las autoridades electorales está más que merecido, sobre todo porque era una elección polémica, pues el actual mandatario buscaba la reelección mediante un procedimiento cuestionado que avalaron diputados venales y magistrados sumisos a los círculos de poder de manera ilegal.

Todavía el miércoles último se produjo un sospechoso apagón informático que los opositores califican como el momento en el que se empezó a consolidar la ventaja del aspirante oficialista, lo cual incluso ha llevado a los observadores de la Organización de Estados Americanos a pedirle a las autoridades electorales que se abstengan de declarar a un ganador si no se tiene el resultado completo de las actas electorales.

Ayer se vivió una de las jornadas más violentas en varias ciudades y rutas principales de tránsito, lo cual podría complicarse si el ente electoral no se muestra convincente sobre los resultados, los cuales de todos modos desencadenarán mayores desacuerdos e impugnaciones, pues ahora nadie estaría en disposición de aceptar ese veredicto, porque ha sido un proceso lleno de nubarrones, la mayoría de ellos causados por los magistrados del Tribunal Supremo Electoral.

Para el oficialismo hubiera resultado más rentable convencer al mandatario Juan Orlando Hernández de no empecinarse en la reelección, porque ahora parece más claro que es el principal punto de discordia entre los hondureños, pues los resultados para alcaldías y diputaciones no han despertado la misma repulsa, los cuales dejan como claro ganador al oficialismo.

Si Hernández resulta victorioso de este amañado proceso, esto se traducirá en una rotunda derrota para su gestión, pues quedará muy debilitado, acosado por la oposición y a merced de quienes lo han instrumentalizado, haciéndole creer que todo está bajo control, lo cual no es cierto y basta ver las calles para constatarlo, pero también se ratifica que todo abuso de poder termina revirtiéndose, al punto que el prestigio gubernamental está por los suelos.

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