EDITORIAL

Pérez Molina y su decisión de quedarse

El presidente Otto Pérez Molina afirmó anoche, de manera categórica, que no renunciará al cargo, rechazó tajantemente estar involucrado en la red de defraudación aduanera conocida como La Línea, pidió perdón a la ciudadanía porque los funcionarios involucrados fueron nombrados por él, aseguró que se someterá al debido proceso y solicitó el apoyo de lo que llamó la Guatemala profunda, representada por organizaciones sociales y laborales.

También lanzó una andanada indirecta contra la prensa, al indicar que está siendo víctima de un embate político y mediático, así como un señalamiento directo al sector empresarial cuando dijo que hasta ahora han sido denunciados quienes reciben, pero no quienes pagan, que pertenecen a este grupo económico.

Aunque las palabras presidenciales deben ser motivo de análisis más profundos, hechos sin la premura del tiempo, es necesario indicar algunos puntos que son obvios. Por ejemplo, que si desea someterse al imperio de la ley, como afirmó con vehemencia, primero debe despojarse de la inmunidad que ahora tiene por ser el gobernante. Debe entenderse entonces que no hará uso de la mayoría que tiene en el Congreso gracias a su vituperable y añeja alianza con el liderista Manuel Baldizón.

El presidente tuvo expresiones que son válidas en la teoría política y en condiciones de normalidad. Ciertamente, las elecciones constituyen el camino para la democracia, pero la gravedad de los niveles de corrupción existente en todos los políticos trae como consecuencia la actitud de los guatemaltecos que han exigido el aplazamiento de estas, los cambios a la Ley Electoral y la solicitud de la renuncia presidencial.

El mandatario no parece haber tomado en cuenta el mensaje de las manifestaciones populares ni las exigencias de un abandono voluntario del cargo. Se abstuvo de hacer ningún comentario al respecto de la orden de captura contra la ex vicepresidenta Roxana Baldetti y de la salida de los funcionarios que abandonaron el Gabinete, el sábado. Ello puede interpretarse como una actitud de no comprender el alcance de la crisis, que por aparte viene a nublar aún más el nebuloso panorama electoral, a solo dos semanas de los comicios.

Pérez Molina se encuentra en el punto más débil que ha tenido ningún mandatario guatemalteco. Necesita de la alianza con el partido Líder, pero depende también de que su propietario no decida cambiar de opinión por motivos de conveniencia electoral.

Es loable que haya pedido perdón. El camino legal frente a él es largo y sinuoso, pero el aprovechamiento de recursos jurídicos para burlar las leyes le puede hacer aún más daño en el campo de su papel en la historia nacional. Se debe aplicar el principio de la presunción de inocencia. Pero debido a la interferencia de los políticos en la integración de las cortes Suprema de Justicia y de Constitucionalidad, de llegar a concretarse este juicio puede convertirse en un circo político. Las palabras presidenciales pueden quedar en el vacío si el juicio no se celebra antes de enero, cuando pueda entrar a protegerse con la inmunidad que otorga el inútil Parlamento Centroamericano.

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