Metamorfosis
“Si somos débiles en nuestra comunión con Dios, seremos débiles en todo”. Charles Spurgeon

Algunos animales experimentan metamorfosis, es decir, cambios estructurales y fisiológicos durante su ciclo de vida. La mariposa inicia como un huevo, luego eclosiona y libera la larva en forma de gusano. Convertida en oruga, experimenta hasta cinco mudas o cambios de piel, y surge finalmente una adulta alada.
“Si somos débiles en nuestra comunión con Dios, seremos débiles en todo”. Charles Spurgeon
El ser humano también experimenta cambios, necesarios para crecer, madurar y seguir adelante en su ciclo de vida. De niños pasamos a la juventud y luego a la edad adulta. Durante ese proceso sufrimos cambios fisiológicos y psicológicos; un bebé no puede tolerar alimento sólido, no puede pensar, discernir y tomar decisiones como un adulto. Pero cuando crezca deberá enfrentar situaciones y tomar decisiones. Sería ilógico pensar que siga pensando como un infante.
La verdadera metamorfosis es irreversible y tampoco puede anticiparse. Así como la mariposa no puede volver al capullo, un adulto no puede volver a ser niño. Sería antinatural. No hay forma de volver atrás, pero tampoco podemos anticiparnos. Cada uno debe experimentar su proceso de crecimiento y madurez, enfrentando los desafíos que se presenten en cada etapa de la vida.
Necesitamos crecer, evolucionar, mejorarnos a nosotros mismos, para superar las circunstancias. Esto implica procesos dolorosos, pero necesarios, que incluye desprenderse de costumbres, tradiciones y recuerdos que nos impiden avanzar. Si no maduramos, nos estancamos. El estancamiento produce insatisfacción, y nada peor como estar insatisfechos con nuestra vida personal, familiar y laboral.
La transformación en el ser humano abarca todo su ser: espíritu, alma y cuerpo. Enfocarse solo en el cuerpo no tiene sentido. El alma, donde residen nuestros pensamientos, emociones y voluntad, se desarrolla en la medida en que crecemos, que aprendemos, que interactuamos con todo lo creado. Se alimenta mediante conocimiento, las artes y las distintas relaciones humanas. El problema surge cuando vivimos basados en sentimientos y pensamientos, cuando no sabemos gestionar las emociones.
De nada me serviría tener un cuerpo atlético si no tengo la madurez emocional para enfrentar las crisis, de desarrollar relaciones sanas. Tampoco serviría tener mucho conocimiento si no encuentro paz y propósito en la vida. La renovación total se logra únicamente cuando desarrollamos el área más profunda de nuestro ser: el espíritu.
Un alma en paz depende totalmente del espíritu, al conectarnos con Dios que nos creó. Muchos rechazan esta idea; sin embargo, ningún ser humano puede tener paz en tanto no sepa quién es, de dónde viene y hacia dónde va. Una relación con Dios se traduce en sosiego al alma y en una vida equilibrada. El apóstol Pablo aborda este tema en Romanos 12:2: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto”.
No conformarnos a los criterios del tiempo presente implica revisar los principios y valores que nos impulsan a actuar. Los criterios de este mundo, su cultura y forma de pensar —egoísta, materialista y utilitarista— están en rebelión contra Dios, a los cuales debemos resistir.
El campo de batalla está en nuestra mente. La mente se transforma cuando se somete a los valores divinos, cuando nos encontramos con Dios por medio de Jesús. Enfoquémonos, entonces, en conocer a Dios y su Palabra, porque solo entonces sabremos que su voluntad es buena, agradable y perfecta.