Pluma invitada
¿Qué hacer ante la inteligencia artificial?
Frente al avance acelerado de la tecnología, lo mejor que podemos hacer no es competir con las máquinas, sino cultivar lo que nos hace únicos.
Se cumplen tres años desde que ChatGPT se lanzó al público en noviembre de 2022. En solo dos meses, esta aplicación —lenguaje o sistema— logró algo impresionante: alcanzar los cien millones de usuarios activos. Actualmente su mismo chatbot afirma que tiene aproximadamente 800 millones de usuarios activos semanales. Nunca una aplicación, producto o idea se había difundido con tanta rapidez desde que el ser humano tiene conciencia.
Las posibilidades son infinitas.
Los estudiantes la usan para hacer tareas, los profesores para preparar sus clases, los médicos para precisar el diagnóstico, los programadores para evitar el tedioso proceso de introducir datos, las amas de casa para diseñar un menú, los que realizan apuestas para calcular probabilidades, los abogados para fundamentar sus casos, las secretarias para redactar cartas. También se emplea en análisis de datos, pronósticos de ventas, automatización de respuestas, asistencia personal, soporte técnico, análisis de tendencias del mercado, detección de fraudes, toma de decisiones estratégicas, generación de imágenes, redacción de artículos, creación musical, elaboración de guiones… Las posibilidades son infinitas.
Este fenómeno no solo muestra el enorme interés por las herramientas basadas en IA, sino que también plantea una pregunta importante: ¿estamos los seres humanos preparados para convivir con tecnologías que avanzan a esta velocidad?
A fines de marzo de 2023, más de mil expertos y empresarios del mundo tecnológico —incluidos Elon Musk y el cofundador de Apple, Steve Wozniak— firmaron una carta abierta pidiendo que se detuviera por seis meses el desarrollo de sistemas de inteligencia artificial más potentes que GPT-4. Según ellos, estamos entrando en una carrera sin control por construir “mentes digitales” que ni siquiera sus propios creadores pueden comprender o controlar completamente. Esta advertencia no proviene de personas que estén en contra del progreso, sino de quienes mejor conocen cómo funciona esta tecnología.
Otro ejemplo: Geoffrey Hinton, creador de la tecnología detrás de ChatGPT, abandonó la empresa tecnológica para alertar sobre los peligros de la IA. El científico considera que la humanidad podría haber perdido el control, y advierte: “nunca hemos enfrentado algo más inteligente que nosotros”.
Ante esta nueva etapa de la historia —no sabemos a dónde nos puede llevar— no podemos ser espectadores ajenos a una realidad que ya se ha instalado. Tampoco considero que el miedo sea la mejor respuesta a un futuro incierto, ni soy partidario de las visiones apocalípticas. Basta con desenchufar un aparato. En todo caso, conviene profundizar en lo que somos y en lo que es propio del ser humano. Sigue siendo relevante la inscripción del frontispicio del oráculo de Delfos, dedicado al dios Apolo, que decía: “Conócete a ti mismo”.
Es cierto que la inteligencia artificial puede aprender, calcular y producir contenido a gran velocidad, y seguramente con mayor precisión que cualquier mente humana. Pero la inteligencia humana conserva características únicas que no pueden ser reemplazadas. Nosotros entendemos el contexto cultural y emocional de una conversación, captamos la ironía, el humor o los sentimientos ocultos tras las palabras. Somos capaces de crear ideas realmente nuevas, no solo combinaciones de cosas ya existentes. Sentimos empatía, nos preocupamos por los demás y actuamos guiados por valores. Podemos adaptarnos a lo imprevisto y reflexionar sobre nuestras propias acciones. En resumen, tenemos algo que ninguna IA posee: conciencia moral, humanidad (compasión, sensibilidad) y sentido de la trascendencia.
Frente al avance acelerado de la tecnología, lo mejor que podemos hacer no es competir con las máquinas, sino cultivar lo que nos hace únicos. Por eso animo a leer, para no dejarnos manipular; a pensar y reflexionar sobre nosotros mismos y sobre lo que no nos pertenece como especie; a aprender a dialogar, a conocer a las personas que nos rodean; a desarrollar nuestra creatividad, profundizar en nuestras emociones, hacernos preguntas éticas y aprender constantemente. Elevar nuestra mirada y plantearnos el sentido trascendente de nuestra vida.
La inteligencia artificial no tiene por qué ser una amenaza. Pero para que eso suceda, primero tenemos que asegurarnos de que la inteligencia humana no se limite a hacer cosas, sino que nos lleve a ser mejores personas.