CATALEJO

Políticos deben inhibirse de usar cierta tecnología

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Las redes sociales tienen, entre otros fines, la comunicación instantánea a un grupo de personas escogidas por quien envía los mensajes. Los posibles problemas derivados de su uso incluyen la información transmitida por un recipiendario a otro, perteneciente a la red del receptor. Pero salvo casos especiales de proliferación de fotos o textos inconvenientes para la reputación de las personas, esa manera de comunicación, a veces hasta de manera directa, es imposible lograrla de otra forma. Otro tipo de problema lo causan aquellos mensajes enviados pocos segundos o minutos después de recibir un mensaje causante de molestia de cualquier tipo y de una reacción intempestiva. Un elemento negativo de esta comunicación es la pérdida de la privacidad.

Los políticos, por razón de su cargo, tienen por simple lógica vedados algunos derechos ciudadanos. Conducir automóvil, por ejemplo, porque si el funcionario choca y es culpable de ese accidente automovilístico, el problema sería mayúsculo si la ley indica la detención del conductor. Todos los demás ciudadanos tienen ese derecho. En el caso de la comunicación electrónica instantánea, la reacción intempestiva de un mandatario puede causar todo tipo de problemas, desde diplomáticos, hasta políticos, religiosos y un larguísimo etcétera. Esta posibilidad aumenta cuando no hay experiencia política, conciencia real de la importancia de sus comentarios, en un país o en el mundo, y a eso se mezcla un carácter irascible y tendiente a la reacción irreflexiva.

El asunto viene a cuento porque actualmente hay dos casos de políticos de reacciones irreflexivas, aunque la importancia de sus palabras tiene una enorme diferencia. Me refiero a Jimmy Morales y a su homólogo Donald Trump. Guardando las diferencias propias de la escala, su estilo de comunicarse con el mundo por medio de las redes sociales y en lugares públicos, sin tomar en cuenta las posibles consecuencias, unido al escrutinio periodístico cercano de las acciones de ellos a causa de su cargo, ha provocado la preocupación de sus capacidades psicológicas para ejercer el cargo. En Estados Unidos, la asociación nacional de psiquiatría hizo hace algunos meses un llamado en ese sentido, y en Guatemala la Liga Guatemalteca de Higiene Mental emitió un pronunciamiento.

Según esa Liga, Morales presenta síntomas de mitomanía, tendencia a mentir y a fantasear (atrapar aviones con un camión o a terroristas de Isis.) Cinismo e hipocresía: falsear la realidad sin sentimientos de culpa ni respeto ni consideración de respeto a los demás (relación del gobierno y de la ONU). Desapego afectivo: desinterés por los otros sin la menor preocupación (hablar de pobreza y tener gastos superfluos personales). Probable perfil alcohólico, lo cual explica su falta de conexión social con la ciudadanía. Por su parte, psiquiatras de Harvard consideraron disfuncionalidad en la personalidad e incapacidad de Trump para aceptar y tolerar opiniones diferentes a las suyas, lo cual lo lleva a reacciones con rabia, por lo cual puede ser incapaz de ejercer su importantísimo cargo.

No voy a opinar sobre las consideraciones de psiquiatras porque no lo soy. Pero la lógica me dice algo simple: los errores cometidos por ambos se deben a la improvisación y al uso desenfrenado de los medios de comunicación instantánea, en ambos casos causantes de vergüenzas ajenas, problemas diplomáticos, económicos y, en el caso guatemalteco, religiosos. Esto obliga, estoy convencido, a convencer o a prohibir el uso de las redes sociales a los gobernantes y cualquier funcionario de alto nivel, o a limitarlo exclusivamente a familiares. Deben limitarse a abordar temas de trascendencia, no las ideas propias, con el objetivo de proteger la democracia y preservarla. Se deben comparar estas formas de comunicación con las armas de fuego: tienen poder de matar emocionalmente.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.